La Guata del Pauto y Seudiel Gualteros bailando Joropo Foto: Carlos Arturo Zambrano |
Un llanero faculto es aquel que nació en las inmensas sabanas y sabe hacer lo que todo un llanero debe saber para sacar adelante un hato, una familia y sobrevivir en las despiadadas, salvajes y míticas tierras planas de la Orinoquía colombiana y venezolana.
Es ese hombre o mujer que ha incorporado sabiamente en su vida diaria los conocimientos que sus padres y los padres de sus padres han inculcado en él o ella, es el que sabe desde llevar una o mil vacas, hasta tocar una buena canción llanera en un cuatro, una bandola, unos capachos o un arpa. Un llanero faculto es aquel que tiene los conocimientos para ser un mensual o un caporal. El mensual barre, consigue la leña para el fogón, da de comer a los animales domésticos, es responsable de que la tinaja y la tasajera siempre estén llenas, es el que mantiene al día la casa del hato. Un caporal es aquel que lidera la cuadrilla de vaqueros para realizar trabajos de llano en hatos de hasta 50 mil hectáreas o cabezas de ganado.
Es ese hombre o mujer que ha incorporado sabiamente en su vida diaria los conocimientos que sus padres y los padres de sus padres han inculcado en él o ella, es el que sabe desde llevar una o mil vacas, hasta tocar una buena canción llanera en un cuatro, una bandola, unos capachos o un arpa. Un llanero faculto es aquel que tiene los conocimientos para ser un mensual o un caporal. El mensual barre, consigue la leña para el fogón, da de comer a los animales domésticos, es responsable de que la tinaja y la tasajera siempre estén llenas, es el que mantiene al día la casa del hato. Un caporal es aquel que lidera la cuadrilla de vaqueros para realizar trabajos de llano en hatos de hasta 50 mil hectáreas o cabezas de ganado.
Seudiel Gualteros mostrando una campechana tejida por él. Foto: Lucía Córdoba |
Es ese llanero que escoge un brioso caballo de entre una manada de caballos salvajes, lo doma probando su sangre y valentía llanera, lo apera y lo trocha por las sabanas inundables llenas de peligros, lo hace su compañero, su mejor amigo y lo llora con el alma cuando muere; es el que enlaza desde cualquier posición sin errar, el que marca las bestias con el hierro caliente, las castra, las destoca y las cura de enfermedades con un rezo y una mirada fija a sus ojos, sabe de arquitectura criolla, de cómo levantar un rancho y un techo de palma.
Es el que sabe cazar solo machos y adultos, nunca crías ni hembras, el que mata a un animal sin causarle agonía, sabe despresar y tasajear las presas de carne, sabe sacar, estirar, secar y picar el cuero para valerse de herramientas como tejer una campechana (hamaca tejida en cuero), crear una silla o hacerse una funda para su cuchillo, también teje cabrestos con las crines de sus caballos, con hilos hace maleteros y chinchorros que guinda en cualquier palo para pasar las noches del trabajo de llano, es coleador, baquiano, cabrestero y caballicero.
Seudiel Gualteros pasando el río Pauto crecido junto a su caballo. Foto: Lucía Córdoba |
En sus travesías sabaneras ha aprendido sobre la naturaleza, sabe cómo defenderse de un tigre (jaguar) o un león (puma), sabe cómo manipular una anaconda, como atravesar ríos crecidos junto a su caballo arriando bestias, conoce los nombres de las plantas y los animales del llano, reconoce sus comportamientos y sonidos, disfruta de la libertad que le da la sabana, contempla sus amaneceres, arreboles y puestas de sol, les canta, les escribe poemas y crea historias de todo lo que ve.
Conoce la música llanera porque creció con ella, reconoce cada golpe, el zumba que zumba, el seis por derecho, los pasajes, golpes recios; sabe contrapuntear, hace cantos de vaquería, ordeño, cabrestero y becerrero, toca algún instrumento y sabe zapatear un buen joropo, sabe cómo hacer sonar un cacho y viste como debe vestir, con sus pies desnudos siempre en contacto con la tierra, su pantalón arremangado, cuchillo al cinto, camisa entre abierta, poncho y un sombrero para cada ocasión, ya sea veguero, el de trabajo, el borsalino pelo e´guama, el del parrando o el stetson para eventos especiales en conjunto con su liki liki (traje elegante de llanero) impecable.
Sabe de mitos y leyendas, de folclor, de atuendos típicos y gastronomía, es orgulloso de sus raíces, de su cultura, de sus tradiciones, sabe de todo porque a un llanero faculto no le queda nada grande y mucho menos la inmensidad del llano.
Don Isidro y la Guata del Pauto. Foto: Natalia Roa |
Don Isidro tienen más de sesenta años y aun trabaja en el hato Mata de Palma en el Encanto de Guanapalo. Es un hombre sabio y curtido de llano, sonriente y consejero, un hombre valiente que lleva en cada una de sus arrugas y cicatrices historias que solo se viven en el llano; Don Isidro es otro llanero faculto.
Seudiel Gualteros en su caballo. Foto: Lucía Córdoba |
Seudiel creció junto con su hermano mayor Isidro, los dos hacían trabajo de llano en los hatos Zambraneros y en otros de San Luis de Palenque, Trinidad y Orocué. Se formó con las enseñanzas de Isidro y con los conocimientos adquiridos en el albergue que fundó el primer Gerardo Zambrano en el hato el Encanto (del que hablé en una entrada anterior). A los 17 años se fue para Bogotá (más exactamente a Cundinamarca) a trabajar en una finca en Cachipay; fue la primera vez que cubrió sus pies y usó incómodamente unos zapatos, años después volvió al llano, a su tierra que lo llamaba instintivamente.
Después de la experiencia con los zapatos volvió a desnudar sus pies y a conectarse con su tierra, ahora cada vez que debe viajar a Bogotá o a otra ciudad lo hace con alpargatas, tan sólo una vez lo vi usando botas de caucho y fue por una herida profunda que se hizo en uno de sus pies. El cachi Ortegón describe de la forma más perfecta y pura esa relación de los pies desnudos del llanero y la tierra; cito en esta ocasión mi frase preferida de su poema “Hecho en el llano”: “...Permanece en su tierra y el contacto es completo, arranca y se afirma con el pie descalzo sobre la tierra pura, de tanto juntarse se parecen, la piel cuarteada de ella resquebraja los talones al otro, de tanto conocerse se castigan, ella a pura espina, el zapateando, de tanto quererse se marcan, el deja huellas ella callos, Un llanero pata al suelo no camina, besa la tierra que lo besa.”
Pies descalzos de Seudiel Gualteros. Foto: Lucía Córdoba |
De vuelta al llano continúa su vida de vaquero pero siempre con la intención y el firme propósito de hacer algo por su cultura, por sus tradiciones y sus raíces. Siempre tuvo en la mente la intención de aportar su granito de arena para que la sabiduría del llano perdurara en el tiempo, y con esa idea junto con su hermano Isidro se inscriben ambos en el reality “El Gran LLanerazo”, un programa de televisión local conocido también como “El Robinson llanero”, que inicia su primera versión en el año 2004. Este reality lo creo y organizó Otoniel Castañeda con el fin de mostrarle al mundo el verdadero trabajo de llano y premiar al llanero que lograra superar todas las pruebas que iban desde domar potros cerreros, ordeñar vacas mañosas, coleo en campo abierto, nadar en ríos crecidos, tocar instrumentos, cantar, bailar, cocinar, sacar anacondas de esteros y hasta conquistar mujeres.
Isidro ganó el concurso del
año 2005, Seudiel ganó el del año siguiente y también ganó la versión mundial
en la que participaron llaneros de Venezuela y estados unidos, un doble
ganador, un gran llanerazo.
Vestigio arqueológico encontrado por Seudiel en su predio. |
Tiempo después en su predio llamado
“La Candelilla”, ubicado en la vereda Santana en San Luis de Palenque a orillas
del río Pauto, empieza a cavar huecos a orillas del río para sembrar árboles
nativos y descubre unas pequeñas piezas de barro con formas extrañas; las
desentierra y empieza a curiosear con ellas, hace réplicas en troncos de madera
y empieza a preguntar. Lo que ha encontrado Seudiel en La Candelilla son
vestigios arqueológicos que pertenecen a la cultura indígena Achagua que se
asentaba en ese territorio antes y durante la época de la conquista española.
Vestigio arqueológico encontrado por Seudiel en su predio. |
Estos indígenas fueron el
pueblo más numeroso de los llanos del Orinoco, más de 30 mil personas, y sus poblaciones se asentaron principalmente en las
riveras de los ríos Meta, Casanare y Apure en Venezuela; con la llegada de los
Europeos su número disminuyó considerablemente, los sobrevivientes lograron
superar a las misiones jesuitas hasta el año 1767, cuando éstos fueron
expulsados del territorio, y ya sin jesuitas en la zona lograron hacerse la
vida en zonas muy alejadas, pero al poco tiempo fueron esclavizados por los
blancos que colonizaron esas tierras arrebatándoles su territorio. Aún
sobreviven unos 500 que se encuentran en pequeñas comunidades que se encuentran
protegidas en resguardos indígenas. Eran comerciantes y manejaban una moneda
propia que denominaban “sartas de conchas quiripa”.
Vestigio arqueológico encontrado por Seudiel en su predio. |
Seudiel entiende que lo que ha
encontrado es muy importante, son las raíces de su cultura llanera, son sus
ancestros que le dejaron sus tesoros para que los cuidara y le contara al mundo
sobre su existencia y su sabiduría, y así empezó a hacer realidad su sueño. Para
el año 2006 inició su proyecto de emprendimiento familiar llamado “El Rancho Museo
El Llanerazo”. Una vez más puso en práctica los conocimientos que le ha dado la
vida y levantó dos ranchos con techo de palma; uno de ellos lo adornó con
herramientas y artilugios propios del llano, tinajas antiguas, cuchillos de
hueso, herramientas hechas en cuero para la ganadería, cueros de anacondas y cráneos
de animales, y el otro rancho lo adecuó para exponer las figuras de barro que
ha ido encontrando y que cuida con devoción y respeto.
Su esposa, compañera y socia, su fiel aliada que lo secunda en todo, Diana Caicedo Reyes, lo ha apoyado desde el principio y hoy es quién se encarga de la logística y atención a los turistas que van a conocer el rancho. Sus hijas Eliana y Laura Gualteros, todas unas llanerazas, lo apoyan también. Eliana actualmente es guía no solo del Rancho Museo, sino que también lo hace en las Reservas del Encanto de Guanapalo, mientras que Laura que es la menor sigue dedicada al estudio pero siguiéndole los pasos a su familia, pronto será otra guía más que continuará con el legado de su padre, para contarle al mundo las bellezas del llano.
Su esposa, compañera y socia, su fiel aliada que lo secunda en todo, Diana Caicedo Reyes, lo ha apoyado desde el principio y hoy es quién se encarga de la logística y atención a los turistas que van a conocer el rancho. Sus hijas Eliana y Laura Gualteros, todas unas llanerazas, lo apoyan también. Eliana actualmente es guía no solo del Rancho Museo, sino que también lo hace en las Reservas del Encanto de Guanapalo, mientras que Laura que es la menor sigue dedicada al estudio pero siguiéndole los pasos a su familia, pronto será otra guía más que continuará con el legado de su padre, para contarle al mundo las bellezas del llano.
Rancho con techo de palma. Rancho Museo El Llanerazo Foto: Lucía Córdoba |
Al emprendimiento de Seudiel
le han apoyado diferentes organizaciones, en especial la Secretaría de turismo
de la alcaldía de Trinidad, liderada en aquel entonces por Alexis Duarte, quién
dio a conocer en el mundo del turismo casanareño la figura del “Llanerazo” en
Seudiel como su máximo representante, siendo el símbolo del turismo de ese
municipio.
Rancho Museo El Llanerazo. Foto: Lucía Córdoba |
En el año 2017 tuve la
oportunidad, con la fundación Cunaguaro, de llevar al primer grupo de 30
extranjeros a conocer su rancho; una
experiencia inolvidable para todos, y en especial para los turistas que por primera
vez veían a un verdadero llanero de pies descalzos haciendo sonar el cacho,
cantando cantos de vaquería, contando la historia de sus ancestros, bailando
joropo con ellos, escuchando la historia de cómo encontró los vestigios arqueológicos
y comiendo sancocho de gallina criolla a orillas del mítico río Pauto.
En el 2018 Seudiel ya era más
que reconocido y promovimos de nuevo con Alexis Duarte y la Fundación Cunaguaro
un embellecimiento comunitario en el malecón de San Luis de Palenque en el que
el artista local Carlos Orlando Achagua pintó un hermoso mural de Seudiel
pasando el rio Pauto en su caballo.
Mural de Seudiel Gualteros pasando el río Pauto en su caballo, obra de Carlos Orlando Achagua. Malecón de San Luis de Palenque. |
Para el 2019 de nuevo con la
Fundación Cunaguaro y el Programa “Riqueza Natural” logramos coordinar la logística
de un evento que duraría dos días, en el que se llevó a cabo el cierre del proceso de conformación del Sistema
Municipal de Áreas Protegidas (SIMAP) del municipio de San Luis de Palenque en
el rancho museo, evento en el que participaron representantes de las organizaciones
más importantes de medio ambiente a nivel nacional como el Instituto Alexander
Von Humboldt, la WWF, Parques Nacionales Naturales, Corporinoquía, ong´s
ambientales, propietarios de reservas y funcionarios de la alcaldía, en el que
realizamos el embellecimiento de una de las unidades sanitarias con las que
cuenta el rancho y logramos que estas importantes organizaciones reconocieran el
trabajo de Seudiel y su familia.
Embellecimiento de la unidad sanitaria del Rancho Museo El Llanerazo. |
Con la Asociación de
Becarios de Casanare (ABC) logramos la aprobación de la financiación necesaria para
ejecutar un proyecto que promueve la conservación de las abejas nativas y la
producción de su miel, proyecto del que Seudiel y su familia en el rancho museo
y vecinos de la vereda serán beneficiarios también.
Actualmente universidades y
ong´s ayudan al Rancho Museo a estudiar más a fondo sus vestigios arqueológicos
para contar detalladamente la historia. Él sigue de guía local para diferentes operadoras
turísticas de la región, y Diana, su esposa, sigue encargada del Rancho Museo y
sus hijas siguiéndole los pasos al papá. Ha sido tanto su éxito en el
emprendimiento que, durante el año 2018, 284 personas visitaron el Rancho
Museo, ha sido el personaje principal de algunos documentales, ha sido modelo
de fotografías que se exhiben en hoteles tan importantes como el GHL y le han
escrito artículos reconociendo su trabajo en la divulgación de la cultura
llanera.
Familia de Seudiel Gualteros, de Izq a Der: Laura su hija menor, Medio Diana su esposa y derecha Eliana Gualteros. |
Este es un reconocimiento
para Seudiel, el llanero faculto, el gran llanerazo, la persona por la que
conocí el llano, el que me enseñó su tierra, sus costumbres, sus conocimientos
y me hizo parte de su familia, con el que andamos las tierras llanas con
turistas y sin ellos contemplando la belleza de la sabana, cantamos, bailamos,
reímos, comimos, me enseñó un mundo que no conocía y del que me enamoré
perdidamente; hoy estoy a diez mil kilómetros de distancia, pero con mis
recuerdos pegados al llano y mi sentimiento más grande de gratitud a la vida
por permitirme conocer a ese hombre de pies descalzos que cambió mi percepción
y relación con el llano y la vida misma.
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