lunes, 27 de abril de 2020

SEUDIEL GUALTEROS, UN LLANERO FACULTO

La Guata del Pauto y Seudiel Gualteros bailando Joropo
Foto: Carlos Arturo Zambrano
Un llanero faculto es aquel que nació en las inmensas sabanas y sabe hacer lo que todo un llanero debe saber para sacar adelante un hato, una familia y sobrevivir en las despiadadas, salvajes y míticas tierras planas de la Orinoquía colombiana y venezolana.

Es ese hombre o mujer que ha incorporado sabiamente en su vida diaria los conocimientos que sus padres y los padres de sus padres han inculcado en él o ella, es el que sabe desde llevar una o mil vacas, hasta tocar una buena canción llanera en un cuatro, una bandola, unos capachos o un arpa. Un llanero faculto es aquel que tiene los conocimientos para ser un mensual o un caporal. El mensual barre, consigue la leña para el fogón, da de comer a los animales domésticos, es responsable de que la tinaja y la tasajera siempre estén llenas, es el que mantiene al día la casa del hato. Un caporal es aquel que lidera la cuadrilla de vaqueros para realizar trabajos de llano en hatos de hasta 50 mil hectáreas o cabezas de ganado. 


Seudiel Gualteros mostrando una campechana tejida por él. Foto: Lucía Córdoba

Es ese llanero que escoge un brioso caballo de entre una manada de caballos salvajes, lo doma probando su sangre y valentía llanera, lo apera y lo trocha por las sabanas inundables llenas de peligros, lo hace su compañero, su mejor amigo y lo llora con el alma cuando muere; es el que enlaza desde cualquier posición sin errar, el que marca las bestias con el hierro caliente, las castra, las destoca y las cura de enfermedades con un rezo y una mirada fija a sus ojos, sabe de arquitectura criolla, de cómo levantar un rancho y un techo de palma.

Es el que sabe cazar solo machos y adultos, nunca crías ni hembras, el que mata a un animal sin causarle agonía, sabe despresar y tasajear las presas de carne, sabe sacar, estirar, secar y picar el cuero para valerse de herramientas como tejer una campechana (hamaca tejida en cuero), crear una silla o hacerse una funda para su cuchillo, también teje cabrestos con las crines de sus caballos, con hilos hace maleteros y chinchorros que guinda en cualquier palo para pasar las noches del trabajo de llano, es coleador, baquiano, cabrestero y caballicero.


Seudiel Gualteros pasando el río Pauto crecido junto a su caballo. Foto: Lucía Córdoba
En sus travesías sabaneras ha aprendido sobre la naturaleza, sabe cómo defenderse de un tigre (jaguar) o un león (puma), sabe cómo manipular una anaconda, como atravesar ríos crecidos junto a su caballo arriando bestias, conoce los nombres de las plantas y los animales del llano, reconoce sus comportamientos y sonidos, disfruta de la libertad que le da la sabana, contempla sus amaneceres, arreboles y puestas de sol, les canta, les escribe poemas y crea historias de todo lo que ve.

Conoce la música llanera porque creció con ella, reconoce cada golpe, el zumba que zumba, el seis por derecho, los pasajes, golpes recios; sabe contrapuntear, hace cantos de vaquería, ordeño, cabrestero y becerrero, toca algún instrumento y sabe zapatear un buen joropo, sabe cómo hacer sonar un cacho y viste como debe vestir, con sus pies desnudos siempre en contacto con la tierra, su pantalón arremangado, cuchillo al cinto, camisa entre abierta, poncho y un sombrero para cada ocasión, ya sea veguero, el de trabajo, el  borsalino pelo e´guama, el del parrando o el stetson para eventos especiales en conjunto con su liki liki (traje elegante de llanero) impecable.




Sabe de mitos y leyendas, de folclor, de atuendos típicos y gastronomía, es orgulloso de sus raíces, de su cultura, de sus tradiciones, sabe de todo porque a un llanero faculto no le queda nada grande y mucho menos la inmensidad del llano.



Don Isidro y la Guata del Pauto. Foto: Natalia Roa



Seudiel Gualteros Ríos o “seco” como le llaman (ya que cuando era más joven era flaco como un palo seco) es todo un llanero faculto, nació hace 52 años en las sabanas del pauto en el municipio de San Luis de Palenque en Casanare, hijo de Jorge Gualteros y Olga María Ríos, es el octavo de nueve hermanos, su hermano menor Raimundo y el mayor Don Parmasio Isidro Gualteros a quien le debe mucho de sus conocimientos del llano.


Don Isidro tienen más de sesenta años y aun trabaja en el hato Mata de Palma en el Encanto de Guanapalo. Es un hombre sabio y curtido de llano, sonriente y consejero, un hombre valiente que lleva en cada una de sus arrugas y cicatrices historias que solo se viven en el llano; Don Isidro es otro llanero faculto.


Seudiel Gualteros en su caballo.
Foto: Lucía Córdoba
En algunas ocasiones Seudiel tocaba el cuatro y cantábamos la canción más triste que he escuchado “cómo será mi tristeza” y llorábamos pensando en Don Isidro y en la vejez de cualquier llanero faculto al pensar que algún día llegará el momento en el que sus manos no puedan limpiarle el lomo a un caballo o tan siquiera montarlo, después de haber dedicado su vida al trabajo de llano y saber que no podrá hacer lo mismo que hacían cuando eran jóvenes, como dice la canción “el peor castigo que les podrá dar los años”

Seudiel creció junto con su hermano mayor Isidro, los dos hacían trabajo de llano en los hatos Zambraneros y en otros de San Luis de Palenque, Trinidad y Orocué. Se formó con las enseñanzas de Isidro y con los conocimientos adquiridos en el albergue que fundó el primer Gerardo Zambrano en el hato el Encanto (del que hablé en una entrada anterior). A los 17 años se fue para Bogotá (más exactamente a Cundinamarca) a trabajar en una finca en Cachipay; fue la primera vez que cubrió sus pies y usó incómodamente unos zapatos, años después volvió al llano, a su tierra que lo llamaba instintivamente.


Después de la experiencia con los zapatos volvió a desnudar sus pies y a conectarse con su tierra, ahora cada vez que debe viajar a Bogotá o a otra ciudad lo hace con alpargatas, tan sólo una vez lo vi usando botas de caucho y fue por una herida profunda que se hizo en uno de sus pies. El cachi Ortegón describe de la forma más perfecta y pura esa relación de los pies desnudos del llanero y la tierra; cito en esta ocasión mi frase preferida de su poema “Hecho en el llano”: “...Permanece en su tierra y el contacto es completo, arranca y se afirma con el pie descalzo sobre la tierra pura, de tanto juntarse se parecen, la piel cuarteada de ella resquebraja  los talones al otro, de tanto conocerse se castigan, ella a pura espina, el zapateando, de tanto quererse se marcan, el deja huellas ella callos, Un llanero pata al suelo no camina, besa la tierra que lo besa.”


Pies descalzos de Seudiel Gualteros.
Foto: Lucía Córdoba

De vuelta al llano continúa su vida de vaquero pero siempre con la intención y el firme propósito de hacer algo por su cultura, por sus tradiciones y sus raíces. Siempre tuvo en la mente la intención de aportar su granito de arena para que la sabiduría del llano perdurara en el tiempo, y con esa idea junto con su hermano Isidro se inscriben ambos en el reality “El Gran LLanerazo”, un programa de televisión local conocido también como “El Robinson llanero”, que inicia su primera versión en el año 2004. Este reality lo creo y organizó Otoniel Castañeda con el fin de mostrarle al mundo el verdadero trabajo de llano y premiar al llanero que lograra superar todas las pruebas que iban desde domar potros cerreros, ordeñar vacas mañosas, coleo en campo abierto, nadar en ríos crecidos, tocar instrumentos, cantar, bailar, cocinar, sacar anacondas de esteros y hasta conquistar mujeres.


Isidro ganó el concurso del año 2005, Seudiel ganó el del año siguiente y también ganó la versión mundial en la que participaron llaneros de Venezuela y estados unidos, un doble ganador, un gran llanerazo.

Vestigio arqueológico encontrado por
Seudiel en su predio.

Tiempo después en su predio llamado “La Candelilla”, ubicado en la vereda Santana en San Luis de Palenque a orillas del río Pauto, empieza a cavar huecos a orillas del río para sembrar árboles nativos y descubre unas pequeñas piezas de barro con formas extrañas; las desentierra y empieza a curiosear con ellas, hace réplicas en troncos de madera y empieza a preguntar. Lo que ha encontrado Seudiel en La Candelilla son vestigios arqueológicos que pertenecen a la cultura indígena Achagua que se asentaba en ese territorio antes y durante la época de la conquista española.


Vestigio arqueológico encontrado por
Seudiel en su predio.

Estos indígenas fueron el pueblo más numeroso de los llanos del Orinoco, más de 30 mil personas, y sus poblaciones se asentaron principalmente en las riveras de los ríos Meta, Casanare y Apure en Venezuela; con la llegada de los Europeos su número disminuyó considerablemente, los sobrevivientes lograron superar a las misiones jesuitas hasta el año 1767, cuando éstos fueron expulsados del territorio, y ya sin jesuitas en la zona lograron hacerse la vida en zonas muy alejadas, pero al poco tiempo fueron esclavizados por los blancos que colonizaron esas tierras arrebatándoles su territorio. Aún sobreviven unos 500 que se encuentran en pequeñas comunidades que se encuentran protegidas en resguardos indígenas. Eran comerciantes y manejaban una moneda propia que denominaban “sartas de conchas quiripa”.

Vestigio arqueológico encontrado por
Seudiel en su predio.
Seudiel entiende que lo que ha encontrado es muy importante, son las raíces de su cultura llanera, son sus ancestros que le dejaron sus tesoros para que los cuidara y le contara al mundo sobre su existencia y su sabiduría, y así empezó a hacer realidad su sueño. Para el año 2006 inició su proyecto de emprendimiento familiar llamado “El Rancho Museo El Llanerazo”. Una vez más puso en práctica los conocimientos que le ha dado la vida y levantó dos ranchos con techo de palma; uno de ellos lo adornó con herramientas y artilugios propios del llano, tinajas antiguas, cuchillos de hueso, herramientas hechas en cuero para la ganadería, cueros de anacondas y cráneos de animales, y el otro rancho lo adecuó para exponer las figuras de barro que ha ido encontrando y que cuida con devoción y respeto. 

Su esposa, compañera y socia, su fiel aliada que lo secunda en todo, Diana Caicedo Reyes, lo ha apoyado desde el principio y hoy es quién se encarga de la logística y atención a los turistas que van a conocer el rancho. Sus hijas Eliana y Laura Gualteros, todas unas llanerazas, lo apoyan también. Eliana actualmente es guía no solo del Rancho Museo, sino que también lo hace en las Reservas del Encanto de Guanapalo, mientras que Laura que es la menor sigue dedicada al estudio pero siguiéndole los pasos a su familia, pronto será otra guía más que continuará con el legado de su padre, para contarle al mundo las bellezas del llano.

Rancho con techo de palma. Rancho Museo El Llanerazo
Foto: Lucía Córdoba
Al emprendimiento de Seudiel le han apoyado diferentes organizaciones, en especial la Secretaría de turismo de la alcaldía de Trinidad, liderada en aquel entonces por Alexis Duarte, quién dio a conocer en el mundo del turismo casanareño la figura del “Llanerazo” en Seudiel como su máximo representante, siendo el símbolo del turismo de ese municipio.


Rancho Museo El Llanerazo. Foto: Lucía Córdoba

En el año 2017 tuve la oportunidad, con la fundación Cunaguaro, de llevar al primer grupo de 30 extranjeros a conocer su rancho;  una experiencia inolvidable para todos, y en especial para los turistas que por primera vez veían a un verdadero llanero de pies descalzos haciendo sonar el cacho, cantando cantos de vaquería, contando la historia de sus ancestros, bailando joropo con ellos, escuchando la historia de cómo encontró los vestigios arqueológicos y comiendo sancocho de gallina criolla a orillas del mítico río Pauto. 

                               

En el 2018 Seudiel ya era más que reconocido y promovimos de nuevo con Alexis Duarte y la Fundación Cunaguaro un embellecimiento comunitario en el malecón de San Luis de Palenque en el que el artista local Carlos Orlando Achagua pintó un hermoso mural de Seudiel pasando el rio Pauto en su caballo.

Mural de Seudiel Gualteros pasando el río Pauto en su caballo, obra de Carlos Orlando Achagua. Malecón de San Luis
de Palenque.
Para el 2019 de nuevo con la Fundación Cunaguaro y el Programa “Riqueza Natural” logramos coordinar la logística de un evento que duraría dos días, en el que se llevó a cabo  el cierre del proceso de conformación del Sistema Municipal de Áreas Protegidas (SIMAP) del municipio de San Luis de Palenque en el rancho museo, evento en el que participaron representantes de las organizaciones más importantes de medio ambiente a nivel nacional como el Instituto Alexander Von Humboldt, la WWF, Parques Nacionales Naturales, Corporinoquía, ong´s ambientales, propietarios de reservas y funcionarios de la alcaldía, en el que realizamos el embellecimiento de una de las unidades sanitarias con las que cuenta el rancho y logramos que estas importantes organizaciones reconocieran el trabajo de Seudiel y su familia.
Embellecimiento de la unidad sanitaria del Rancho Museo
El Llanerazo. 

Con la Asociación de Becarios de Casanare (ABC) logramos la aprobación de la financiación necesaria para ejecutar un proyecto que promueve la conservación de las abejas nativas y la producción de su miel, proyecto del que Seudiel y su familia en el rancho museo y vecinos de la vereda serán beneficiarios también.

Actualmente universidades y ong´s ayudan al Rancho Museo a estudiar más a fondo sus vestigios arqueológicos para contar detalladamente la historia. Él sigue de guía local para diferentes operadoras turísticas de la región, y Diana, su esposa, sigue encargada del Rancho Museo y sus hijas siguiéndole los pasos al papá. Ha sido tanto su éxito en el emprendimiento que, durante el año 2018, 284 personas visitaron el Rancho Museo, ha sido el personaje principal de algunos documentales, ha sido modelo de fotografías que se exhiben en hoteles tan importantes como el GHL y le han escrito artículos reconociendo su trabajo en la divulgación de la cultura llanera.

Familia de Seudiel Gualteros, de Izq a Der: Laura su hija menor, Medio Diana su esposa y derecha Eliana Gualteros.
Este es un reconocimiento para Seudiel, el llanero faculto, el gran llanerazo, la persona por la que conocí el llano, el que me enseñó su tierra, sus costumbres, sus conocimientos y me hizo parte de su familia, con el que andamos las tierras llanas con turistas y sin ellos contemplando la belleza de la sabana, cantamos, bailamos, reímos, comimos, me enseñó un mundo que no conocía y del que me enamoré perdidamente; hoy estoy a diez mil kilómetros de distancia, pero con mis recuerdos pegados al llano y mi sentimiento más grande de gratitud a la vida por permitirme conocer a ese hombre de pies descalzos que cambió mi percepción y relación con el llano y la vida misma.


https://www.facebook.com/El-Llanerazo-Rancho-Museo-241921899556163/

jueves, 23 de abril de 2020

RICARDO, EL GUARDIÁN DEL "LIÓN" EN EL ENCANTO DE GUANAPALO

Ricardo con una gran boa constrictora, Foto tomada del
facebook de Ricardo.

Ricardo Arévalo es otro de los criollos que trabaja en el Encanto de Guanapalo, en el hato de Altamira, un hombre acuerpado, moreno y fuerte, un pata al suelo con toda la esencia del llano en su ser; trabajador de sabana abierta, gran jinete y ganadero por tradición, cuida del ganado con toda su alma y tiene muy claro cuáles son las amenazas y peligros más frecuentes en la libertad del llano adentro.

Lo conocí en la primera visita que realicé a Altamira, ese día íbamos de travesía con unos turistas extranjeros hacia el garcero y Ricardo fue asignado como el baquiano guía del grupo.

Para ese entonces teníamos algunos proyectos con la Fundación Cunaguaro en los que yo participaba, uno de esos era apoyar el proceso de consolidación del turismo de naturaleza en los hatos Zambraneros del encanto; una de mis compañeras de trabajo de campo y de algunas historias que relato en este blog era Samantha Rincón, una llanerita enamorada de los felinos y de quien hablaré en una próxima entrada; ella había estado meses atrás en los hatos realizando la caracterización biológica (buscar e identificar animales y plantas) ya que esto era uno de los requisitos más importantes para iniciar el trámite del proceso de registro como Reserva Natural de la Sociedad Civil (RNSC), ante la autoridad competente que en Colombia es Parques Nacionales Naturales (PNN). Su baquiano compañero precisamente fue don Ricardo y los dos tuvieron la fortuna de experimentar un avistamiento de puma mientras instalaban unas cámaras trampa en la zona del bosque de galería del caño Suarez; ella ya me había contado su emocionante historia y yo estaba ansiosa por conocer a don Ricardo, por caminar la sabana con él y lograr ver a ese gran felino en libertad. Ese día tuve la suerte de tener de compañero a don Ricardo en sus primeros pasos hacía el camino como guía de turismo de naturaleza.

Ricardo y Samantha Rincón en campo. Foto tomada
del Instagram de Samantha.

Me emocioné bastante al saber que él nos acompañaría al garcero, nos presentamos y con una cara un poco larga me preguntó: “¿Qué les voy a decir?”. Creo que era la primera o segunda vez que Ricardo salía como guía local a acompañar a un grupo de turistas extranjeros, yo iba como la guía principal de la fundación, le dije: “tranquilo… en el camino vamos contando algunas cosas del llano”, nos montamos al caballo y durante el camino empecé la conversación y a preguntarle sobre su vida y su trabajo en los hatos, a medida que nos alejábamos de la casa el paisaje se transformaba, pasábamos por esteros, por potreros de pastos nativos, por rastrojos, por magníficos árboles de aceite, ese árbol es muy especial en la sabana, tiene un tronco ancho de color rojizo y una copa frondosa con un color verde muy particular, para mí es el árbol más lindo del llano y estoy segura que a los grandes felinos les encanta pasar horas de descanso entre sus cómodas ramas en las que se pueden camuflar y vigilar todo desde las alturas; al final del recorrido se llega a una sabana limpia rodeada de pequeñas matas de monte, donde seguramente se escondía el puma.

Le pregunté a Don Ricardo por ese animal que había visto con Samantha, me miró con una sonrisa pícara y una expresión de extrañeza, le pedí el favor de que nos contara esa historia a los turistas y a mí; así que nos señaló la zona del caño Suarez y nos dijo que, en horas de la tarde, mientras acompañaba a una doctora a ver animales del llano, había visto a un lión (así es como llaman al puma en el llano) que había salido de entre el monte con ganas de cazar uno de los venados que se encontraban pastando en la sabana. Nos explicó que ellos se habían dado cuenta por que los venados estaban muy alerta y que la doctora le decía que estaban moviendo las orejas, que eso era la señal de que presentían algo; por suerte, aunque estaban lo suficientemente lejos para que el lión no los oliera pudieron verlo un buen rato.


Puma visto por Ricardo y Samantha. Foto: Samantha Rincón
Fundación Cunaguaro


La emoción al escuchar su historia no se hizo esperar, y empezamos todos a preguntarle si era grande, si había cazado el venado, si a él le había dado miedo, que si había visto más pumas o si ese era el primero que veía, entre otras cosas más; Ricardo respondió sonriente y aun con la mirada de extrañeza dijo que había visto uno que otro puma en el pasado en sus travesías por la sabana. Nos dijo que al llano y a todo lo que habita en él no había que tenerle miedo, sino respeto y que se debe ir con cautela acompañado de alguien que conozca la sabana y siempre alerta. Nos contó que este ejemplar del que hablaba era “un bicho grande”, y que no cazó el venado, que se echó a descansar en el borde de la mata de monte y por eso habían podido contemplarlo y aclaró que él prefería alejarse aunque el lión casi no se deja ver; Nos dijo que ellos saben que está por ahí por las huellas que ve, pero que es muy difícil toparse con alguno.

El puma (Puma concolor) llamado por los locales león pronunciado como “lión”, es el mamífero autóctono con más amplia distribución en el continente, es el segundo felino más grande que habita en Colombia y ha sido desplazado de más del 40% de su hábitat natural por la agroindustria y la urbanización, su población ha ido disminuyendo considerablemente por esta razón y por la cacería furtiva que también está relacionada al conflicto que tienen con los ganaderos, Su piel es de tonos habanos, cafés, rojizos o grises, la punta de la cola es negra en individuos adultos, los cachorritos son hermosos con manchas negras sobre su piel clara que les sirve para camuflarse y los  ojos  son azules, a los 3 o 4 meses cambian.

Puma (Puma concolor) Foto: Lucía Córdoba






















Se cree que los pumas cazan el ganado por eso los ganaderos no los quieren mucho y si ven uno fijo lo matan, sin embargo, son muy pocos los registros que se tienen sobre este hecho, al parecer los felinos más viejos o enfermos son los que cazan ganado por la facilidad de conseguir la presa, no hay gasto de energía, las hembras preñadas o lactando también pueden aprovechar este recurso debido a su estado, y se dice que con el ganado les enseñan a sus crías a cazar, sin embargo en ecosistemas biodiversos con presencia de chigüiros, venados, cerdos de monte, babillas y monos es más la oferta alimenticia, por lo que prefieren alimentarse de estos animales ya que hacen parte de su dieta natural y así evitan el contacto con los humanos.

Foto de un Puma realizada por Ricardo Arévalo.
Foto tomada del facebook de Ricardo.

Los grandes felinos se encuentran en la cima de la cadena alimenticia y son los primeros en desaparecer cuando hay perturbaciones en sus territorios, ya que son los más afectados por la falta de espacio, alimento y por la cacería, es por esto que la presencia de felinos indica el buen estado en el que se encuentran los ecosistemas en los que habitan ya que se puede decir que existen suficientes presas para su subsistencia, en pocas palabras hay biodiversidad; también son considerados especies sombrilla, ósea animales seleccionados para tomar decisiones relacionadas con la conservación, al proteger estas especies se protegen muchas otras que se encuentran en su territorio, para el caso de los llanos orientales al proteger a los pumas se protegen a los chigüiros, a los venados, a los cerdos, monos, entre otros y algunas plantas.

Pero muchos nos preguntamos ¿por qué se protegen otras especies si son precisamente de las que se alimentan? Resulta que al alimentarse de esas especies se regulan las poblaciones de éstas impidiendo que el número de individuos aumente sin control, estos animales son muy inteligentes y mientras menos energía usen durante la cacería mejor para ellos, por eso prefieren cazar  ejemplares viejos y enfermos, lo que permite disminuir la presencia de enfermedades que afectan a estas especies, al ganado, e inclusive a nosotros mismos.


Foto de un cachorro de Puma tomada por Ricardo Arévalo.
Foto tomada del facebook de Ricardo.
Los pumas como depredadores carnívoros están ligados al control de los mamíferos herbívoros (los que comen hierbas), que a su vez son depredadores de especies vegetales (pastos, plantas y árboles), estas especies vegetales son importantes y están relacionadas con la distribución de polinizadores (aves, murciélagos e insectos). Todo está conectado entre sí, por eso cuando la población de los grandes felinos como el Puma y el Jaguar se ven afectadas, se afecta el ecosistema completo, se nos pierde la esencia de los llanos, de la sabana y de los esteros.


Por tal razón los que trabajamos en conservación siempre preguntamos por la presencia de grandes felinos y eso era lo que le parecía extraño a don Ricardo; ya cuando estábamos a punto de llegar al garcero se me acercó en su caballo y me preguntó “doctora ¿por qué a la gente le gusta saber tanto de ese animal, si ese bicho es peligroso y se traga el ganado?” yo le respondí con otra pregunta “¿a usted no le parece que ese animal es muy bonito y poderoso?” se quedó pensando y me respondió “mmm…sabe que yo nunca me había puesto a ponerle atención a ese bicho, cuando lo vimos con Samantha nos quedamos mirándolo por mucho tiempo y sí que es bonito ese plago”, dijo, a lo que yo respondí: “si ve, además es un animal difícil de ver, usted mismo lo dijo, ya quedan muy pocos, así que verlo es toda una fortuna, los han matado y cazado por la piel y por qué supuestamente se comen el ganado”. Le pregunté: “¿De todo el tiempo que lleva trabajando con el ganado en estas tierras, cuantos animales se le ha comido el puma?”. Él quedó pensativo y mirando a la sabana dijo: “yo no recuerdo, uno que otro tal vez…pero con todo ese chigüiro y venado que anda por ahí, pues tiene mucho para comer” y aproveché para contarle a él y a los turistas algo parecido a lo que conté en los párrafos anteriores.

Puma concolor. Foto: Lucía Córdoba

Luego de un rato continuó su charla diciéndome que a él aún le costaba entender por qué la gente quería ir y conocer la sabana, que eso del turismo para él era muy raro “¿a qué van a venir? ¿A ver qué? Si esto por acá todo es igual y es muy peligroso” , a lo que yo le respondí: “Don Ricardo, para usted todo esto es normal, usted nació, creció y trabaja en estas tierras, pero para nosotros, los guates que venimos de las ciudades es todo un espectáculo, imagínese…yo nací, crecí y he vivido casi toda mi vida en la ciudad de Bogotá, allá solo se ve concreto (cemento), trancones, gente en corbata siempre de afán tratando de tomar un bus para ir a una oficina y mucha contaminación, el animal más exótico que se ve es el copetón (Sonotrichia capensis) un pajarito pequeñito que anda por los pocos árboles de la ciudad… venir acá es toda una aventura don Ricardo, es maravilloso verlos a ustedes con sus pies descalzos andando por esa sabana llena de bichos, con su cuchillo en la cintura, su sombrero, su caballo y algunos con la boca negra del chimó, son como personajes de película y más que sean ustedes los que nos acompañen a ver animales que solo en documentales de televisión podíamos ver es toda una maravilla”.

Foto de la sabana inundable en Casanare, ganado, garzas, venados, chigüiros y caballos salvajes junto a un estero.
Foto: Lucía Córdoba


Al llegar al garcero nos bajamos de los caballos y empezamos a andar, estaba lleno de corocoras (Eudocimus ruber), garzas paletas (Platalea ajaja), garzas morenas (Ardea cocoi), garzas reales (Ardea alba), garcitas del ganado (Bubulcus ibis), Pato aguja (Anhinga anhinga), Pato cuchara (Cochlearius cochlearius), zamuritas (Phimosus infuscatus), entre otras. Todas juntas le daban un toque sorprendente de color a la sabana, los turistas que nos acompañaban no dejaban de tomar fotografías y hacer exclamaciones de emoción. 


Pichones de garza en el garcero de Altamira.
Foto: Lucía Córdoba
Al internarnos en el garcero vimos los nidos llenos de pichones, lo más hermoso era ver sus plumones despeinados y sus pequeños cuerpos con picos enormes y ojos sobresalientes; el sonido que hacían miles de garzas adultas y de pichones en los nidos era ensordecedor y como todo en la naturaleza es un ciclo, bajo los árboles del garcero se encontraba un suelo húmedo y parte de una fuente hídrica llenita de agua donde reposaban babillas que esperaban sigilosas la torpeza de algún pichón que sin querer cayera del nido para alimentarse de él y como las aves recién nacidas son torpes, fueron muchos los espectáculos de depredación que nos ofreció el ciclo natural de la vida durante nuestro recorrido, al salir de allí nos esperaba el arrebol de un atardecer llanero y la puesta del sol en todo su esplendor, un espectáculo natural que dejó con la boca abierta a los turistas extranjeros que no dudaron en agradecerle a don Ricardo por su compañía y por permitirles conocer ese lugar, halagos que Ricardo recibió con mucho orgullo y alegría.

De regreso a la casa del hato volvió a acercarse con su caballo y me dijo: “Ahora entiendo por qué quieren venir, claro… es la sabana vista desde otros ojos, desde los ojos del guate que todo le sorprende”.

Ricardo en su caballo. Foto de Julián Mejía
Tomada del facebook de Ricardo

A las pocas semanas volví a acompañar a otro grupo de turistas que venían a conocer las reservas del Encanto de Guanapalo, y nuevamente Ricardo era el guía del grupo. Esta vez me saludo mucho más emocionado, me mostró las fotos de rastros del puma y una foto que logró tomar en la noche de uno de esos felinos comiéndose un chigüiro, y me dijo que necesitaba ahorrar dinero para comprarse un celular mejor y así sacar fotos más nítidas, que ya le tenía identificado el rastro al felino, que eso de seguir, observar y cuidar al puma le estaba gustando mucho.



Nos subimos al caballo y el solito empezó a contar historias como todo un guía profesional, entre esas la del puma que vio con Samantha, lo más lindo de ese momento fue escucharlo decir a los turistas como ese avistamiento y el trabajo de guía que había hecho hasta el momento le había cambiado la percepción que tenía del felino; les contó que para él antes de todo eso el puma era casi un enemigo, que le tenía miedo y lo evitaba, pero ahora al entender lo valioso que era para la sabana y de ver como muchas personas lo buscaban y se emocionan con solo escuchar la historia de haberlo visto,  se ha interesado en saber más de él, hoy Ricardo es el guardián del puma en las reservas,  sigue sus rastros para encontrarlo, para tomarle fotos y poder enseñarselas a los turistas que van a conocer el llano con la ilusión de poder ver este animal y no lo logran. También les contó que al principio el no creía en eso del turismo y que ahora lo entiende como una estrategia que le permite mostrarle su mundo a muchos que no tienen la oportunidad de vivir y ver lo que él todos los días.

Atardecer y garcero de Altamira. Foto: Lucía Córdoba
Ricardo en estos momentos es uno de los guías locales más importantes de El Encanto de Guanapalo, ha participado en diferentes capacitaciones como guía de avistamiento de aves y guía de naturaleza que han liderado conjuntamente entre la Fundación Cunaguaro, el doctor Alexis Duarte (en ese entonces secretario de turismo del municipio de San Luis de Palenque en Trinidad) y el clouster de turismo de Casanare. Ricardo hoy trabaja alternando sus dos pasiones, el trabajo de llano (la vaquería) y la guianza turística dando a conocer la forma en que el núcleo de reservas protege a ese felino que a tantos nos gusta, el puma.


Fotografía de una cría de puma tomada con las cámaras trampa
de la Fundación Cunaguaro en el núcleo de Reservas del
Encanto de Guanapalo.
Foto: Tomada del facebook de Fundación
Cunaguaro
Con La Fundación Cunaguaro iniciamos los trabajos de turismo de naturaleza en las reservas del Encanto de Guanapalo. Gracias al empeño y empuje de Laura Miranda, quien dirige la fundación y quien se empeñó desde el principio a sacar adelante el turismo de naturaleza en Casanare, hoy son muchos más los criollos que tienen la oportunidad de encontrar en el turismo una nueva opción de trabajo que les permite ser reconocidos por sus saberes, su trabajo y su cultura; hoy ellos son los protagonistas de la conservación de la sabana inundable, porque sin criollos, sin vacas, sin caballos y sin pumas, no hay sabana.

Con todo esto quiero expresar la importancia del trabajo que realizamos en campo, confirmar que sí es posible cambiar percepciones. Una simple charla, un momento vivido, una experiencia compartida puede modificar lo que inicialmente pensamos de algo; al entender la naturaleza con todas sus conexiones y fragilidades podemos entender la vida y trabajar por ella. Sé que Samantha también cuenta esta historia desde su vivencia y ojalá sean muchos más los que la cuenten y compartan para que se replique esta experiencia de conservación tan significativa para todos, sobre todo para los grandes felinos de las tierras llanas.


Datos bibliográficos tomados del libro Los Felinos de Colombia del Instituto Alexander Von Humboldt.

lunes, 20 de abril de 2020

ESPINDOLA, EL LLANERO DE LA SONRISA ETERNA DEL ENCANTO DE GUANAPALO

Don Espíndola y La Guata en las sabanas de Mata de Palma.
Foto: Natalia Roa

El primer Hato que conocí del núcleo de reservas de “El Encanto de Guanapalo” fue Mata de Palma. Recuerdo que lo primero que hicimos al llegar a la casa del Hato fue acercarnos a la cocina a tomar “preparada”, así le llaman a una bebida que hacen con limón y panela. La panela es un tipo de azúcar considerado como el más puro, es natural y se hace de forma artesanal ya que no se refina, se elabora directamente a partir del jugo extraído de la caña de azúcar y es muy usado en Colombia; la cocina del hato es preciosa y queda separada de la casa hacia el lado izquierdo con vistas a la cañada donde están los chigüiros. El techo de la cocina se comparte con una mesa de comedor muy amplia de madera, la tasajera que es la estructura de madera en donde secan la carne se encuentra en uno de los costados de la cocina compartiendo el espacio con algunas gallinas, patos, algún que otro chulo (ave carroñera), chiriguares y carracos (aves carnívoras oportunistas) que vigilan con sigilo la tasajera aprovechando alguna oportunidad de descuido para robarse la carne que secan.

Tasajera típica llanera. Foto: Lucía Córdoba Prieto

La tasajera es una herramienta que históricamente hace parte de las casas de los hatos, ya que, al no contar con luz ni frigoríficos para mantener la carne, ésta se debía secar al sol; aunque ya algunos hatos cuentan con energía y frigoríficos la tasajera siempre estará ahí al igual que la tinaja, que es la vasija grande de barro que se llena de agua fresca para el consumo de todo el que llegue sediento luego de una larga travesía por la sabana. Tradicionalmente en cada entrada de los hatos se encuentra una tinaja para recibir al visitante con agua fresca y en la cocina o comedor para los trabajadores, el barro con el que están hechas es un excelente aislante térmico por eso el agua se mantiene fresca durante el día. En el caso de Mata de Palma ésta se encuentra a uno de los lados de la mesa del comedor.

Frente a la cocina queda un pequeño campo abierto con un árbol de mango centenario que se encuentra justo en la mitad brindando sombrío en los días de fuerte sol, en esos días soleados y con poco viento la mesa de madera se traslada bajo el árbol haciendo de las comidas un momento muy especial y un tanto peligroso cuando el árbol está cargado de mangos.

Tinaja con agua fresca,
Foto: Lucía Córdoba
En la parte trasera de la cocina queda un pequeño bosque de árboles nativos que comunica la casa con la sabana abierta y el ganado que comparte el forraje y el agua con los chigüiros. Tal vez Mata de Palma es el lugar con más chigüiros que he visto en la vida, cientos y cientos de estos roedores gigantes se pasean libres por toda la extensión de llano que tienen los 3 hatos del Encanto de Guanapalo y es tal vez el paisaje más característico de Mata de Palma, cada vez que la recuerdo viene a mi mente la imagen de esa cañada llena de chigüiros.

En ese Hato y en esa cocina conocí a ese llanero de sonrisa eterna, la primera vez que nos presentamos estuvo muy tímido y con la cabeza agachada, me presenté diciéndole mi nombre, él tomó mi mano y me saludo respetuosamente y sin mirarme a los ojos me dijo: “Mucho gusto doctora, mi nombre es Espíndola”. Con la llegada del petróleo y el arroz a la sabana, llegaron consigo muchos guates o foráneos principalmente ingenieros, así que los trabajadores del llano a todo guate o guata que conocían le decían doctor/a ó Ingeniero/a y por más que se les pedía el favor de llamarlo a uno por el nombre, seguían llamándolo a uno de esa manera, como era mi caso que me llamaban doctora.

Biodiversidad de la cañada del Hato Mata de Palma en el núcleo de reservas "El Encanto de Guanapalo. Video: Lucía Córdoba

Don Espíndola y La Guata. Foto: Natalia Roa
Don Espíndola después de su presentación siguió su camino acompañado de dos perros (siempre estaban con él), tomó una taza, abrió la tinaja y tomó agua, era la primera vez que yo veía una tinaja y quedé sorprendida, no sabía que estaba haciendo, ni que sacaba de allí y mucho menos que era lo que tomaba, imaginé que era guarapo o algún bebedizo de esos raros que toman en el llano o que le decían a uno que tomaban por allá, así que le pregunté con voz curiosa y sorprendida ¿qué es lo que toma?, me respondió: “agua fresca pero es para los trabajadores, para usted doctora pida agua fría o preparada de la nevera”, pero yo le respondí: “no, no, no, yo quiero tomar de esa agua”, y le pregunté: “¿esa vasija cómo se llama?” y fue así que me miró por primera vez a los ojos, con una mirada sorprendida con un toque de burla, me pregunto qué de donde era yo, le respondí que de Bogotá y se sonrió, como diciéndose a sí mismo “esta es mucha guata” lo que quiere decir que él estaba pensando que yo era muy citadina y que no tenía idea del llano; era así, él estaba en lo cierto, no conocía mucho sobre su cultura, sus costumbres, sus refranes, dichos, palabras, mitos, … nada en realidad y se lo dije después de ver su mirada “…soy de Bogotá y en una ciudad de esas no hay vacas, ni chigüiros, ni tinajas, sólo trancones, paredes, concreto, contaminación y gente amargada…”  tomé una taza, abrí la tinaja, me serví agua y lo acompañé mientras elogiaba la fortuna que él tenía de vivir en ese lugar, le pregunté por su vida en el llano y desde ese momento no dejó de hablar, me contó cómo era un día de él en la sabana, el trabajo que realizaba y las noches de cantos e historias que compartía con sus compañeros de trabajo, su cabeza se levantó, su mirada fija siempre al frente de la mía y sus palabras acompañadas de una gran sonrisa, nos interrumpieron y tuvimos que separarnos, cada uno a lo suyo,  el con sus perros a trabajar llano y yo a reconocer el predio.
Carracas de marrano de monte en los broches de un Hato.
Foto: Lucía Córdoba

Estando en el reconocimiento caminando por la sabana encontré una carabera de un toro muerto con los cuernos en perfecto estado, la recogí y aunque olía un poco mal, me la llevé para limpiarla y arreglarla, no sé por qué me gustan los cráneos de los animales y los cuernos del ganado, esos cráneos que el inclemente verano suele dejar naturalmente sobre los pastos y que son un tesoro invaluable para esta Guata, tienen un encanto particular para mí al igual que las plumas de las aves, encontrármelos en la sabana era todo un regalo de la vida, así que de regreso a la casa volví a encontrarme con don Espíndola que me miró con cara de terror y asombro, me preguntó: “¿Qué hace con eso tan feo?”  le expliqué que me gustaban y que quería tener algunos en casa, así como ellos adornan los broches de los potreros con las carracas de los marranos de monte y chacharos que cazan para comer o los cuernos que cuelgan en las paredes para colgar los sombreros.
Don Espíndola, sus perros y La Guata. Foto: Natalia Roa

Desde ese día cada vez que llegaba al hato iba directo a la cocina, preguntaba por don Espíndola, lo llamaban y él llegaba en compañía de sus perros a saludarme, siempre con una gran sonrisa, nunca lo vi sin ella en el rostro era como una sonrisa eterna; cada uno cogía su taza y tomábamos agua de la tinaja, seguido de un café cerrero bien caliente, él me contaba de sus travesías en la sabana y al finalizar me daba un regalo, siempre me tenía un guardado en la tasajera, alguna pluma o una calavera de algún animal que se encontraba en la sabana y conservaba para mí.

Don Espíndola y La Guata. Foto Natalia Roa
Como él sabía que yo trabajaba con la protección de animales y me veía tomando fotos entre la sabana, le pareció una gran idea coger una boa constrictor que se encontró, la metió dentro de un barril de plástico, cuando me vio llegar se acercó afanado y sonriente, me dijo: “le tengo algo que seguro una guata como usted nunca ha visto tan cerca, pero no se vaya a asustar que ella no hace nada, vamos a liberarla en la cañada”, entonces fuimos a la orilla del agua, abrió el barril y la sacó con mucho cuidado, era grande como de 3 metros, gruesa y con unas escamas de colores perfectos, un animal realmente hermoso. Mientras me mostraba la boa me contó cada detalle de su encuentro con ella, cómo y dónde la encontró, me dijo que estaba llena de garrapatas y que antes de liberarla la íbamos a limpiar, así que empezó la agarró fuerte y me pidió que le arrancara esos animales mientras él la sostenía. Una a una se las quitamos de encima y nos despedimos de ella dejándola libre en la cañada, al soltarla me dijo que las boas eran muy importantes para los caños, ríos o quebradas ya que donde vivía una de ellas jamás se secaría el agua, “es el bicho que cuida el agua”, comentó.
Cráneo  de Caimán llanero.
Foto: Lucía Córdoba

Gracias a Don Espíndola conocí la sabana a través de sus historias, aprendí sobre sus creencias y tengo una colección de cráneos de animales fantásticos, tengo de babilla, zaino, ave, venado, chulo, caparazones de tortugas y hasta uñas de osos palmeros.

El día que nos despedimos nos dimos un fuerte abrazo, él quedó con el compromiso de cuidar de mi caballo Tucusito, que es como llaman los llaneros a los colibríes. A Tucusito me lo regalaron en el hato y confío y espero en que hoy estará corriendo libre por toda esa sabana. Además, Espínola quedó también con una foto de los dos, y yo con todos estos recuerdos que hoy guardo en el corazón.


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jueves, 16 de abril de 2020

LA FAMILIA ZAMBRANO "ENTRE LA HISTORIA Y LA CONSERVACIÓN"

Familia Zambrano en la entrada del Hato Montana.
Foto: Natalia Roa


Si hay algo valioso en la cultura llanera son sus tradiciones y sus legados que han perdurado en el tiempo gracias a esa decisión de continuar contándole al mundo la importancia del llanero en la conservación, la historia y la cultura de un país como Colombia. Legados que han quedado plasmados en el arte gracias a Nelson Barragán, en la música con el gran Cholo Valderrama, la poesía por al Cachi Ortegón y la conservación de la biodiversidad gracias a todos los llaneros criollitos que aún continúan viviendo en la mitad de la sabana, trabajando llano y cuidando de esas tierras planas tan importantes para la vida en todo sentido.

La Familia Zambrano puede dar cuenta de lo que significa continuar con un legado, ese que inició el primer Gerardo Zambrano que colonizó tierras Casanareñas en el año 1908 y quien fue un hombre que aportó a las fundaciones de poblados tan importantes como Orocué y San Luis de Palenque.

El primer Gerardo vivía en Nunchía y para ese entonces era dueño de más de 50 mil leguas de tierra entre Nunchía y la zona del Pirichigua y Guanapalo, actualmente este territorio se conoce como la vereda San Rafael de Guanapalo, zona rural del municipio de San Luis de Palenque; en estas tierras trabajaba la ganadería de raza criolla casanareña con pastos naturales y le servían de estación de descanso y abastecimiento en las temporadas de recorridos desde el piedemonte hasta el río Meta, en donde llegaban los barcos Europeos que traían y llevaban mercancía,  en esa época la entrada la hacían desde el río Orinoco hasta Puerto Carreño y de allí hasta Orocué navegando por el río Meta, Orocué era tan solo unas casas cercanas al puerto.

Mapa de aproximación de la extensión de tierra que pertenecía al primer Gerardo Zambrano y su familia para los años 1.920
La travesía desde el Pirichigua hasta Orocué de a caballo era interminable, se necesitaba otro punto de descanso y abastecimiento; fue entonces que el primer Gerardo decide comprar las tierras del Duya en la época en la que estalla la primera guerra mundial, en esa época vivían muchos europeos en la zona del Duya que se dedicaban al comercio de plumas, animales, caucho y sarrapio. En ese momento a todos los alemanes que permanecían en otros países les llamaron para combatir por su país en la guerra; esto permitió que las tierras que ocupaban en Casanare fueran vendidas a bajo costo, don Gerardo aprovecha la situación y adquiere esas tierras aumentando su territorio; era el dueño de tierras en Nunchía, San Luis de Palenque, Trinidad y Orocué; es por esto que es conocido como uno de los fundadores de estos municipios.

Don Gerardo Zambrano a sus 90 años cabalgando de a caballo.
Foto: Carlos Arturo Zambrano
El Hato del Duya de casi 30 mil leguas de tierra se llamaba “La Charanga” y el de la zona del Pirichigua la llamó “El Encanto”. En el gran Hato “El Encanto” trabajaron cientos de criollos que realizaban trabajos de llano que duraban meses, trasladando miles de cabezas de ganado criollo por las tierras Zambraneras, siempre de a caballo cruzando ríos caudalosos como el Pauto o el Duya y enfrentándose a todo lo salvaje y mítico que tienen los llanos orientales (jaguares, pumas, anacondas y espantos).  

Para esa época era tanta la extensión de tierra y tantos los llaneros que trabajaban para el primer Gerardo, que permitió la fundación de pequeños poblados de llaneros trabajadores y sus familias en esas tierras; actualmente estas fundaciones son veredas de dichos municipios como Guanapalo en San Luis de Palenque, también creó un albergue para los hijos de estos trabajadores donde aprendían a escribir, a leer pero sobre todo a trabajar llano y fundó la escuela de San Rafael de Guanapalo; allí crecieron y se formaron llaneros como Seudiel Gualteros y sus hermanos, muchos de ellos y sus descendientes  actualmente siguen trabajando para esta familia.

Don Gerardo Zambrano "El Patriarca"
Foto: Natalia Roa

En el Hato El Encanto nació y creció el segundo Gerardo Zambrano conocido como “El Patriarca” y sus hermanos como la señora Carmen Mariela Zambrano; don Gerardo a sus 92 años aún continúa caminando las sabanas de los predios heredados por su padre y recordando las historias que vivió en esas tierras, fue él precisamente quien me contó lo que escribo.

Los protagonistas de la entrada de hoy hacen parte de la tercera generación de los Zambrano, Don Juan Carlos Vargas Zambrano, Don German Rodríguez Zambrano y don Carlos Gerardo Zambrano el hijo de “el patriarca” y el tercer Gerardo de esta familia, los 3 son primos y actualmente son los dueños de 3 fundos que hacían parte del gran Hato “El Encanto”, los predios Mata de Palma, Altamira y Montana, tierras heredadas de su abuelo, el primer Gerardo Zambrano “El Fundador”.

Los primos Zambrano, Izq a Der: Juan Carlos
Vargas Zambrano, Germán Rodriguez Zambrano,
un trabajador, Carlos Gerardo Zambrano
y Simona. Foto: Tomada de Facebook.
Esta familia ha hecho y sigue haciendo historia en estas tierras planas, los tres primos Zambrano están decididos a continuar con el legado del primer y segundo Gerardo, los dos han inculcado a sus herederos y trabajadores el cuidado de las sabanas naturales, de la biodiversidad y de la cultura que en ellas habita; esta tercera generación de propietarios, que tienen una gran influencia petrolera y arrocera a su alrededor, han aprendido que el valor natural de esas tierras y de su cultura es incalculable y por eso la conservan, los predios actualmente mantienen un porcentaje muy alto de sabanas, esteros, morichales y garceros naturales, ha sido muy poca la intervención realizada en estas tierras y de allí radica el reconocimiento que hoy tienen.

Hace 4 años que los conozco, tuve la oportunidad de trabajar y aportar a sus proyectos de vida en los Hatos con un trabajo que realizamos con la Fundación Cunaguaro; la idea era consolidarse como Reservas Naturales de la Sociedad Civil y ser los pioneros en Turismo de naturaleza de la región, acciones que les permitirían un nuevo proyecto de vida, seguir protegiendo sus sabanas, mantener sus prácticas ganaderas extensivas y dar a conocer al mundo la biodiversidad y la cultura llanera manteniendo el legado de los dos Gerardos.

En la tapa de Mata de Palma, de Izq a Der: La Guata, Juan
Carlos Zambrano, un turista Chileno y uno Local.
Foto: Lucía Córdoba
Al primero que conocí y que decidió iniciar esta aventura fue a Don Juan Carlos Vargas del Hato Mata de Palma, predio que heredó de su madre la señora Carmen Mariela Zambrano, Juan carlos es un reconocido arquitecto que por cosas de la vida en un pasado no muy lejano trabajó con mi madre en Bogotá y al parecer, según lo que mi madre me cuenta, es un arquitecto muy importante en la ciudad, tan convencido estaba de esta aventura que tomó la decisión de apostarle al sueño de la conservación y dejar su vida cotidiana a un lado; con Don Juan Carlos recorrimos muchas veces los pastizales de su hato soñando con el futuro de Mata de Palma, me permitió aportar en la construcción de su sueño, nos sentábamos a tomar café cerrero a orillas de la tapa llena de chigüiros que adorna su casa y montamos a caballo contemplando la inmensa biodiversidad de fauna que habita en sus sabanas.

Biodiversidad en la tapa del Hato Mata de Palma.
Foto: Lucía Córdoba
Era impresionante ver osos hormigueros gigantes, osos meleros, zorros, garzas de mil colores y huellas de puma, recogimos cráneos de animales silvestres, esos cráneos que el inclemente verano suele dejar naturalmente sobre los pastos y que son un tesoro invaluable para esta Guata, (algo que para él y algunos criollos era bastante extraño);  gracias a él conocí a Seudiel Gualteros mi gran amor criollo, a ese amigo pata al suelo que admiro, estimo y respeto, hoy Seudiel es el guía local de turismo de naturaleza más cotizado de San Luis de Palenque y todo por un  sueño que inició su patrón y que hoy es una realidad, realidad que ha tenido tanto éxito que otros criollos se han sumado a esta labor de guías locales combinando su trabajo de llano con la guianza turística; lo que les permite acercase a otros mundos y a esos otros mundos conocer la vida y la tradición de un llanero pata al suelo que percibe la vida desde su relación con la naturaleza.

En muy poco tiempo don Juan Carlos en Mata de Palma se organizó para prestar servicio de alojamiento, alimentación, caballiciadas de avistamiento de fauna, degustaciones gastronómicas y culturales, entre otros servicios más que vale la pena conocer.
Don Germán Rodriguez Zambrano y Simona.
Foto: Lucía Còrdoba.

A esta aventura de don Juan Carlos se le unió su primo don Germán del Hato Altamira con el apoyo de su esposa Martha, Germán es un reconocido ganadero de la región que hoy continúa con su labor de una manera sostenible, un hombre enamorado del llano y de sus sabanas,  siempre va acompañado de su fiel amiga Simona, una siberiana que lo sigue a todo lado, con don Germán conocí uno de los garceros más hermosos e impresionantes que he visto; el garcero de Altamira alberga más de 9 especies diferentes de aves y en época de reproducción ofrece un espectáculo de colores, cantos, bailes y plumas de ensueño. Al igual que su primo se organizó para prestar el servicio de alojamiento, hoy cuenta con habitaciones dotadas de comodidades para el visitante y cuenta con el servicio de don Ricardo, un criollo que inició en la guianza turística siguiendo los pasos de Seudiel y hoy es el guardián del puma, especie que habita las tierras de Altamira.

Garcero de Altamira. Foto: Lucía Córdoba
El último en unirse a esta aventura fue don Carlos Gerardo Zambrano del Hato Montana, piloto de avión comercial que trabajaba para una compañía de transporte aéreo muy famosa y quien también modificó su vida profesional, su vida de ciudad para dedicarse por completo a sacar adelante esta idea que transformó sus vidas, siempre con el apoyo incondicional de su esposa y sus hijos que hoy son parte fundamental del proyecto que adelantan.

Familia completa de don Carlos Gerardo Zambrano, sus
3 hijos, su esposa Karym y su padre Don Gerardo Zambrano.
Foto: Carlos Arturo Zambrano



Modificó la estructura de la casa de Montana en una casa hotel en la mitad de la sabana con todas las comodidades y lujos, sin perder la estética del tradicional Hato llanero, ofrece a sus visitantes la gastronomía tradicional con un toque moderno y elegante, un servicio que es posible gracias Daniel Vera al esposo de su hija María Cristina, un chef que enamora a los visitantes con su sazón.  Las comunicaciones, publicidad y fotografía las realiza su hijo Carlos Arturo reconocido fotógrafo profesional, la administración, orden y estética está a cargo de su esposa Karym, una mujer sonriente, amable y que admiro con todo mi corazón.

Por las sabanas de Montana, entre venados y chigüiros caminé con el segundo Gerardo, con la historia viva de esa tierra, con el abuelo, con el patriarca; en la mitad de esa sabana él me contó la historia de sus tierras y sus criollos, tuve la oportunidad de celebrar sus 90 años en este lugar, bailamos joropo, comimos carne hecha en trincho y jocosamente descubrió que yo le pertenecía al ver mi sombrero criollo con las marcas de sus hierros.
Celebración de los 90 años de Don Gerardo, Izq a Der: La Guata, Don Gerardo y Seudiel Gualteros.
Foto: Carlos Arturo Zambrano
La aventura que inició don Juan Carlos y al que se unieron sus dos primos y toda su familia, lleva más de 3 años, organizaciones como Cunaguaro, Parques Nacionales Naturales, WWF, Calidris Birdlife, Fundación Panthera, Programa Riqueza Natural de USAID, entre otras, los han apoyado en este camino para convertirse en Reservas Naturales de la Sociedad Civil y posteriormente ingresar al mundo del turismo de naturaleza, actualmente son reconocidos como el núcleo de reservas “el Encanto de Guanapalo” nombre que le dan de acuerdo a la historia del lugar, este núcleo cuenta con más de 9 mil hectáreas de las cuales 1.200 están destinadas a la conservación, cuentan con un registro de 271 especies de aves migratorias, endémicas, casi endémicas y gregarias, esta riqueza en aves les permitió que les otorgarán la designación global de (AICA) Área de Importancia para la Conservación de las Aves, siendo la sexta reserva natural de Casanare en lograrlo.
Los primos Zambrano y su familia, recibiendo
orgullosos la designación de AICA.
Foto: De facebook

Su sueño se ha cumplido, su legado se mantiene, su apuesta a la conservación no solo los beneficia a ellos sino a todos, que sigan haciendo historia y mostrándole al mundo que si se puede, que conservar la biodiversidad es el mejor camino para ser felices y aportarle al mundo la belleza natural de las sabanas inundables.

La mayoría de historias que cuento y contaré en este blog se dieron en las tierras Zambraneras, esta familia me abrió las puertas de sus Hatos, de sus Casas y de su historia, gracias a eso pude hacer una inmersión en la sabana inundable, conocí a los criollos que hoy inspiran a esta guata, a mis grandes amigos de la sabana; en esas tierras pude experimentar la sensación de la verdadera libertad y tuve la oportunidad de contemplar la naturaleza en su máximo esplendor, manadas de venados, chigüiros, babillas enormes, zorros, caminé con osos hormigueros gigantes, observé aves de mil colores, búhos, lechuzas, chenchenas y anacondas, fui inmensamente feliz, conocí el llano y me enamoré de él.


El Encanto de Guanapalo tiene un embrujo como dice don Germán, déjese embrujar y péguese la rodadita a conocer el llano de verdad con esta familia que hace historia, vale la pena hacerlo.

https://www.facebook.com/ElEncantodeGuanapalo/?ref=br_rs