A un llanero que se respete no le puede faltar un sombrero, es una prenda de vestir imprescindible, pueden salir desnudos, pero con un sombrero bien puesto.
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"Porremono" con su sombrero marcado con el símbolo del hierro de la familia Zambrano Guío, "El Botón" |
Existen sombreros para cada ocasión: El veguero de ala caída para trabajar en las zonas de vega y proteger el cuello del sol, el sombrero elegante borsalino o peloeguama para eventos especiales, el de marca americana “Stetson”, que es el más costoso y se usa para ir de parrando, salir al pueblo, asistir a reuniones importantes o conquistar a alguien, y el más importante de todos, el de trabajo, por lo general un sombrero descolorido, trajinado, manchado por el sol y con la horma desajustada del agua de lluvia que ha tenido que soportar, en las largas jornadas de trabajo en época de invierno.
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Llanero con su sombrero de trabajo. |
El sombrero de trabajo es un sombrero eterno. Les cuesta mucho desprenderse de él, porque ha sido su compañero de faenas llaneras, de largas travesías por la sabana, de nados eternos entre los ríos, de parrandos improvisados en las noches de trabajo de llano. Es su escudo ante los peligros, su confidente en las noches de soledad, los acompaña en el primer café de la mañana y en el último de la tarde, tiene impregnado en su fieltro la historia de un llanero recio, como diría el Cachi Ortegón de un llanero hecho de llano.
¡Ay, si esos sombreros hablaran, la de historias que nos contarían!
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Don Eugenio y su nieto listos para el trabajo de llano. |
Hay un dicho muy sentido en el llano y es el de desconfiar de quien jamás use un sombrero. En el llano de Colombia y Venezuela esto es casi una ley. Un llanero tiene por lo menos dos sombreros, el de trabajo y el elegante; este último puede ser muy costoso y es muy probable que muchos llaneros inviertan los ahorros de unos cuantos jornales de trabajo para conseguir uno. Un peloeguama de fieltro fino puede costar entre 500 mil y 800 mil pesos colombianos y un Stetson tejano no baja del millón de pesos; como dice el refrán “de pata al suelo, pero con sombrero caro”.
Sólo se lo quitan para saludar, comer o dormir. Cuando rezan lo abrazan a su pecho, cuando llegan a descansar lo cuelgan (preferiblemente usando un cacho de ganado como gancho). Si están en un recinto cerrado lo ponen a descansar junto a ellos, si tienen sed y encuentran un estero lo usan como recipiente para beber. Un llanero sin sombrero y sin caballo no es llanero; como dice Alejandro Wills en su famosa canción “Sobre mi caballo yo, y sobre yo, mi sombrero”.
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Llaneros con sus sombreros de trabajo. |
Los sombreros llegaron hace más de cien años desde Europa, entraban por el río Orinoco hasta el Meta y se comercializaban en Orocué. Las fábricas de sombreros europeas como la Hückel, la misma que fabrica los tradicionales sombreros negros que usan los judíos ortodoxos, eran quienes fabricaban los sombreros llaneros que se impusieron en las sabanas inundables de Colombia y Venezuela, luego llegó la influencia del sombrero de cowboy norteamericano.
Se dice que la vida de este tipo de sombreros está por desaparecer, ya que son menos los que llegan desde Europa y los costos son cada vez más elevados; pero empresas colombianas como la fábrica de sombreros Florentino que tiene su sede en Yopal, Casanare, trabajan día a día para que esta prenda de vestir y esa tradición tan importante en el llano perdure en el tiempo. En Florentino se diseñan, fabrican, venden y comercializan sombreros de muy buena calidad, respetando las hormas originales y diseñando modelos nuevos que van a la vanguardia de la moda llanera actual.
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La Guata del Pauto y su sombrero verde. |
Fue en la fábrica de sombreros Florentino que compré mi primer sombrero, de fieltro verde y ala ancha, lo adorné con una pluma rosada de garza paleta (Platalea ajaja) y otra pluma roja de corocora (Eudocimus ruber), que hacían un bello contraste con el color verde. Ese fue el sombrero que llevé al hato La Charanga en Orocué para mi primera experiencia en un trabajo de llano real.
Cuando llegaron los vaqueros al hato arriando las reses al corral me lo quité para saludar como hacen ellos. Entre los vaqueros iba “Porremono” un indígena Sáliva que trabaja con la familia Zambrano hace muchos años en las tierras de Orocué.
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"Porremono" con su sombrero.
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“Porremono”, como le llaman cariñosamente por tener la cabeza como la de un mono, es un hombre de contextura media, piel morena, musculoso y con una sonrisa encantadora. Él llevaba un sombrero blanco pero ya grisáceo de tanto trabajo, con manchas amarillas por el sol, la horma desajustada, unos cuantos huecos de tanto uso, unas costuras maltrechas que trataban de cerrar huecos antiguos y adornado por toda la copa con el símbolo del hierro de la familia Zambrano Guío que se llama “El Botón” que representa una flor en capullo, en nacimiento.
A “Porremono” lo acompañaba su hijo Juan Pablo, un pequeñín indígena de no más de 6 años, la versión miniatura del papá. Hablaba a media lengua y estaba en sus primeras lecciones de trabajo de llano con su padre como maestro.
“Porremono” y yo nos miramos tímidamente y durante la jornada me lanzó una que otra miradita picara, yo muy contenta pensé que le había gustado esta guata, pero que va…la verdad era que lo único que le gustaba de mí era mi sombrero.
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"Porremono" con su sombrero. |
Ya en la tarde, después de unas cuantas miradas “como quien no quiere la cosa”, por fin me habló y me dijo que si le regalaba el sombrero; yo toda una “experta” en el mundo de los negocios le dije que no, que se lo cambiaba por el de él; a lo que me respondió con una negación rotunda y de manera graciosa me dijo, que su sombrero valía mucho y cargaba mucha historia, que necesitaba por lo menos 10 sombreros de los míos para cambiarlos por el de él, sonriendo se fue y así quedo la cosa, por lo menos por ese día.
A la mañana siguiente y con el reflejo de los primeros rayos del sol vi en la mitad de la sabana a “Porremono” con su pequeño hijo, le estaba enseñando a domar un caballo salvaje que habían traído con las reses el día anterior. Desde lejos vi al pequeño Juan Pablo mirando atentamente cada movimiento que hacía su padre con el caballo. “Porremono” se acercaba lentamente al brioso equino, le daba pequeñas palmaditas con el sombrero en las nalgas y le susurraba, prácticamente le cantaba; de vez en cuando el caballo lanzaba una que otra patada y trataba de huir, pero “Porremono” lo atajaba y lo volvía a traer enlazado en otro caballo mientras le seguía hablando y acariciando. Después de mucho tiempo logró ponerle una venda en los ojos e intentó montarlo a puro pelo; uno, dos, tres intentos fallidos hasta que logró agarrarse fuerte de la crin y subió a su lomo; duró apenas unos pocos minutos sobre él antes de salir volando por los aires, después de que el caballo diera una fuerte coz. Después de repetir esta misma actividad dos o tres veces más sin fracturarse ningún hueso dejó al caballo pastando; haría lo mismo por dos semanas todos los días hasta lograr la confianza del animal.
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"Porremono" con su sombrero. |
De vuelta al hato se dio cuenta que yo lo estaba mirando desde lejos, se acercó y volvió a decirme que le regalara el sombrero, yo le volví a decir que se lo cambiaba, se sonrió y siguió su camino. Más tarde en el corral de enfermería, lo vi sobre las barras de madera con el sombrero abrazado a su pecho y mirando fijamente una res que al parecer estaba enferma de gusanera. Juan Pablo a su lado lo miraba atentamente, mientras “Porremono” repetía en voz baja una oración. Le estaba enseñando al pequeño niño a sanar animales con el poder de los rezos; al terminar volvió a verme observándolo y volvió a pedirme el sombrero regalado. ¿Adivinan qué le respondí yo?
Al tercer día en la mitad de la jornada se acercó a mí y me dijo que lo había estado pensando bastante, que le costaba mucho pero que aceptaba la oferta; yo no lo podía creer, ¡que felicidad! Me quité mi sombrero nuevo, verde, de fieltro, ala ancha y se lo entregué. Él, con una mirada entrecortada se quitó el sombrero de su cabeza y antes de entregármelo lo puso en su pecho, lo observó y me dijo que me entregaba uno de sus objetos más preciados, su compañero de muchos años de trabajo y que recordara que cargaba muchas historias.
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La Guata del Pauto con el sombrero de "Porremono"
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Con mi nuevo sombrero y una gran sonrisa salí corriendo a contarle a la “negrita” (la esposa de don Albeiro Zambrano, el encargado del hato) que “Porremono” me había hecho el cambio de sombrero, y con tono burlón me dijo: “Hay mi Luci, ahora qué va a decir la esposa de “Porremono” cuando lo vea llegar con un sombrero nuevo que huele a mujer. Ésas mujeres Sáliva son cosa seria y se puede molestar, ¿Qué tal que le haga un rezo o un bebedizo, mi Lucy?” y se echó a reír.
Más tarde durante el almuerzo, los llaneros no dejaban de hacer comentarios burlones sobre el cambio de sombreros y muchos me decían lo mismo de la mujer de Porremono. Yo quedé asustada, pero traté de tomar la situación de la misma manera que los demás, en burla.
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Foto con todos los llaneros, "Porremono" y yo ya habíamos hecho el cambio de sombreros. |
Al día siguiente, el domingo 17 de junio de 2018, Colombia jugaba su segundo partido contra Polonia en el mundial de futbol de ese año. Todos estábamos a la expectativa y como en el hato no había televisor, lo estábamos escuchando por la radio, cuando de un momento a otro se corrió la voz de que en una de las casas del resguardo indígena lo iban a ver en el único televisor que tenían, así que todos en el hato corrieron a alistarse para salir a verlo. Yo me puse mi sombrero y me alisté para salir con ellos; cuando me vieron se sonrieron entre todos y me dijeron: “Allá va a estar la esposa de Porremono, yo no me acercaría por allá y menos con ese sombrero. Tenga cuidado cuando esté allá, no le acepte nada de beber a nadie, qué tal que le den un bebedizo solo por el desquite, que esas mujeres Sáliva son bravas”. Fueron tantos los comentarios burlones que me dio mucho susto y decidí quedarme sola en el hato. Todos me decían que era una burla, que no creyera en esas cosas, que fuera tranquila, pero decidí quedarme y perderme el partido, porque no quería enfrentarme a una situación incómoda o a una escena de celos y menos con una mujer indígena de armas tomar. Como era de esperarse mi decisión aumento las burlas y cuando regresaron de ver el partido todo fue a peor.
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"Porremono" con su sombrero. |
“Le mandaron saludos a la guata” decían unos. “Que tenga cuidado en la noche que van a venir a buscarla”, decían otros. “Que por qué no dio la cara”, gritaban. “Que tenga cuidado al salir del hato que la van a estar esperando en la carretera”, me decían. Y así, entre comentarios burlones y risas sarcásticas transcurrió la tarde del domingo.
El lunes siguiente ya salíamos del hato regreso a Yopal, y al pasar por la reserva indígena yo sólo me tapaba el rostro con el poncho muerta del susto, pensando que entre risas algo de cierto podían llegar a tener esos comentarios; como era de esperarse nada de eso sucedió realmente, tan solo querían burlarse y pasar un buen rato a costa de la inocencia de esta guata que todo se lo cree.
Al final “Porremono” quedó con mi primer sombrero llanero y yo con su sombrero lleno de historias, aventuras y tradiciones, hoy ese sombrero lo guardo como uno de los tesoros más valiosos que me llevé del llano y espero que “Porremono” aun continúe con su mujer y con mi sombrero bien puesto impregnándolo de llano, de nuevas aventuras e historias. Yo seguiré contándole a todos con mucho cariño y una gran sonrisa en el rostro la historia de mi sombrero.
Que historia tan bacana! Ojalá en unos años, de vuelta al llano, puedas ver el nuevo color y la nueva forma de tu antiguo sombrero, resignificado y revalorado por años en cabeza de "Porremono"...
ResponderEliminarSi, eso espero, le tomaré fotos y contaré la historia.
EliminarGracias por leerme!!
Mi querida Olgalu, estas muy inspirada, que este tipo de documento nos sirva para no perder información de las costumbres del llano.
ResponderEliminarEl llano es lindo!
Saludos Yenny
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