viernes, 16 de octubre de 2020

SIGUIENDO LA HUELLA DEL JAGUAR

Las gigantes huellas de un tigre mariposo (como le llaman al jaguar) aparecían frente a nosotros, la ilusión no se hizo esperar, las huellas estaban frescas; seguramente el jaguar (Panthera onca) estaba cerca.

Foto de portada extraida de internet.

 

Hace muchos años logré ver un cachorro de jaguar que se escondía en los bosques de galería del  río Orinoco en la zona del Tuparro en Vichada. Una zona catalogada por Alexander Von Humboldt como la octava maravilla del mundo, y aunque fue por solo un instante fue poderoso verlo y ¡claro! me encantaría ver otros muchas veces más.

 

El primer jaguar en libertad tuve la fortuna de ver. Foto Lucía Córdoba

La idea de volver a ver un jaguar salvaje, en libertad y en su ecosistema natural me emocionaba; era como una historia de fantasía en estos tiempos donde la transformación del paisaje, los monocultivos, las carreteras y nuestra forma de vida han modificado y acabado con muchos ecosistemas y sus habitantes.

Éramos cinco amigos los que nos habíamos embarcado en esta travesía en busca de ese majestuoso felino. Los cinco llevábamos muchos años trabajando con Cunaguaro y otras organizaciones en la conservación de ecosistemas, fauna y flora de las sabanas inundables de la Orinoquía colombiana. 

Durante ese tiempo se habían instalado cámaras de fototrampeo en algunos hatos y áreas de reserva en Casanare. Los registros de fauna eran sorprendentes, osos palmeros, osos meleros, ñeques, guatines, zorros, nutrias gigantes, pumas y el imponente jaguar parecían tomarse selfies con estas cámaras; seguro su curiosidad los hacía acercarse demasiado y las capturas fotográficas eran muy emocionantes y en ocasiones muy graciosas.

 

Imágenes de cámaras trampa en el hato La Aurora. Fotos: Fundación Jaguar y Panthera.

 Compartíamos la felicidad de ver los registros, sin embargo; sabíamos que seríamos más felices el día que por fin tuviéramos la fortuna de ver libre y en su ecosistema a ese majestuoso felino salvaje de manchas perfectas; todos sabíamos que el lugar para verlo era el hato La Aurora en hato Corozal, Casanare.

La Aurora, es uno de los lugares de avistamiento de jaguar más famoso de la Orinoquía y de Colombia, 16 mil hectáreas de sabana inundable natural con unas condiciones ambientales perfectas, que le permitieron ser un Área de Importancia para la Conservación de las Aves (AICA). 

Con el fin de emprender una estrategia que les permitiera conservar el hato, su cultura, la ganadería extensiva y al jaguar. La familia Barragán, especialmente los hermanos Jorge, Nelson y Julio se unieron y crearon una estrategia de turismo de naturaleza.

Nelson Barragán se encarga de la administración del Hotel Juan Solito, un ecolodge con todas las comodidades en medio de la sabana. Nelsón, consiente y cuida a cada uno de sus turistas con la deliciosa comida tradicional del llano, noches de parrando, poesía y contrapunteo. Hace educación ambiental a través del arte y es todo un llanero faculto (lea la entrada en la que hablo del llanero faculto), de él y su arte les hablaré en una próxima entrada.

Julio Barragán es el encargado de los transportes, guías y acompañamiento a los turistas y Jorge lleva muchos años trabajado con diferentes organizaciones que conservan felinos, como la fundación Panthera. También ha creado la fundación Jaguar, ha estructurado y ejecutado algunas estrategias para minimizar el conflicto que este felino tiene con los ganaderos y lleva años siguiendo e identificando a los jaguares que residen o pasan por la reserva Hato La Aurora.

 

1. Los barragán (Julio y Jorge Barragan) avistando una huella de jaguar. 2. Jorge barragán y Carlos Valderrama de fundacion Panthera. Fotos: Facebook Hato la Aurora.

 Al día de hoy y según el censo histórico que lleva Jorge, se han registrado más de 47 jaguares en las sabanas del hato y se han identificado 10 individuos que residen en La Aurora; los otros solo han pasado por allí hacia otras zonas del sur o norte del país, convirtiendo el hato en un corredor biológico muy importante para la conservación de esta especie.

Registrar e identificar un jaguar es una tarea de paciencia, tiempo y mucha observación; las manchas de su pelaje son únicas, (como nuestras huellas dactilares). Gracias al fototrampeo se logra capturar la imagen del lado derecho e izquierdo de cada individuo, para encontrar esa mancha característica de cada uno de ellos. De esta manera los identifican, nombran, reconocen y hacen seguimiento.

 

Técnica de identificación de individuos de jaguar en el hato La Aurora. Fotos: Facebook Hato la Aurora.

Mariposa es una de las primeras identificadas, es una jaguar residente y gracias al seguimiento se le conocen 11 crías, una de esas crías es Cayena que también decidió quedarse en esas hermosas sabanas; Cayena ha tenido 7 crías y actualmente ya es abuela.

Los machos por su parte, usan el territorio de La Aurora como corredor biológico, se cree que algunos se quedan por uno o dos años, se aparean con las hembras residentes y se van del territorio dejando espacio para otros machos jóvenes. 

 Algunas  hembras se quedan como residentes (ese es el caso de Mariposa y Cayena), esto indica el buen estado y salud de los ecosistemas de sabana inundable que se encuentran en la reserva La Aurora. Podríamos decir que esta reserva es una auténtica guardería de jaguares.

En los últimos días se ha avistado al imponente "Faculto", un jaguar macho y joven que seguro buscará una de las hembras que reside en la reserva para aparearse y dejar descendencia en esas tierras.

El jaguar es considerado una especie sombrilla, lo que quiere decir que al proteger al jaguar (que está en la cima de la cadena alimenticia) se protegen directamente las demás especies de flora y fauna que le siguen; gracias al turismo de naturaleza que hace la familia Barragán se ha podido demostrar que un jaguar vivo genera más dinero que uno muerto, esto ha logrado disminuir su cacería y ha permitido aumentando su hábitat.

 

Crías de Mariposa en la reserva La Aurora.

Crías de Cayena en la Reserva La Aurora. 

Con mis amigos y socios de la Fundación Cunaguaro, aceptamos inmediatamente la invitación de los hermanos Barragán; organizamos maletas, cargamos a la negrita (La camioneta safari de Cunaguaro Travel)  y nos fuimos a un fin de semana de travesía y búsqueda del jaguar en las sabanas del Hato La Aurora. 

 

Renzo Avila, Cesar Rojano, Jorge Barragán, Laura Miranda y esta Guata.

Al tomar la trocha que lleva hacía La Aurora inició el espectáculo, tucanes, osos palmeros (Myrmecophaga tridactyla), zorros (Cerdocyon thous) y hasta el rey zamuro (Sarcoramphus papa),  nos dieron la bienvenida. Ya en Juan Solito organizamos las jornadas de avistamiento que iniciaban a las 4 de la mañana y finalizaban a las 8 de la noche.

 


El famoso Aruco Foto Lucía Córdoba
La mayor parte del tiempo la pasábamos en silencio, a la expectativa, emocionados y muy ansiosos. Pasamos horas y horas observando la gran sabana y a todos los que viven en ella; venados (Odocoileus virginianus), arucos (Anhima cornuta), marranos mañosos, arucos, caballos salvajes, arucos, osos palmeros, arucos, venados, chigüiros (Hydrochoerus hydrochaeris), aves de mil colores y ¡¡uno que otro Aruco!!, (realmente nunca había visto tantos arucos en mi vida, era como estar en Arucolandia), pero el tigre no aparecía.

 Vimos sus huellas recientes en el suelo, justo acababa de pasar por donde nosotros estábamos; revisamos unas cámaras trampa y vimos que había pasado por allí el día anterior. 
 
Luego encontramos una presa recién comida, su muerte había sido hacía muy poco (20 minutos antes y hubiéramos alcanzado a ver al jaguar comiéndoselo); fue increíble ver como sus colmillos atravesaron el cráneo del chigüiro y como sus garras quedaron tatuadas en la piel de la presa… pero ese día tampoco lo vimos. 😕
 

 Al día siguiente encontramos curiosamente un excremento peludo, seguramente eran pelos de algunas de sus presas, lo chistoso es que hasta ver un pedazo de mierda con pelos me emocionaba; sin embargo, pasaron los días y el jaguar no se dejó ver.

 

1. Huella de un Jaguar joven. 2. Excremento de jaguar.

  La presencia de los Jaguares en un ecosistema indica la buena salud de esos territorios, el Jaguar es el guardián protector de la sabana, regula desde la cima de la cadena alimenticia las dinámicas ecosistémicas, sí el jaguar desaparece el futuro de estas sabanas inundables y toda su biodiversidad se encontrarían en riesgo.

 La labor que realiza la familia Barragán con la protección de la reserva es muy importante y valiosa para la conservación de los llanos orientales, agradezco y admiro profundamente su trabajo y ojalá en este mundo hubiesen más Barraganes.

 Algunos ganaderos entran en conflicto atribuyéndole muchas muertes de ganado a la depredación por grandes felinos y muchos de ellos hasta hacen brigadas de cacería para matarlos, pero si realizaran mucho mejor la observación y los conteos de ese ganado muerto, se darían cuenta que el verano cobra más individuos que la misma depredación.

 

Presa de Jaguar.

Y si entenderíamos un poco más a la naturaleza, nos daríamos cuenta que somos nosotros los seres humanos los que hemos entrado a su territorio, hemos destruido su hogar, hemos transformado el paisaje y hemos acabado con la biodiversidad. Sí el jaguar o el puma no encuentran chigüiros, venados o marranos y ven al ganado disponible, seguro intentarán cazar una res. ¿Creen ustedes que es culpa del Jaguar?

 Aún sin verlo, esta experiencia la llevaré tatuada en mis recuerdos. Seguir sus rastros, escuchar las historias de Jorge y los jaguares de La Aurora, contemplar el paisaje sabanero en la camioneta safari, saludar al día viendo el amanecer, despedirlo observando los arreboles del atardecer con el canto de las garzas, tener la fortuna de poder contemplar toda esa biodiversidad y disfrutarla con mis grandes amigos, hicieron de ese fin de semana una experiencia sin igual.

 

Renzo Ávila, Lucía Córdoba, Cesar Rojano y Laura Miranda.

Aún espero el día en que pueda volver a ver a un jaguar y sé que tarde o temprano llegará. Gracias a Cesar, Laura y Renzo por esa aventura y espero que vengan muchas más.  Esa vez nos disfrutamos la sabana de paseo y no trabajando, lo que lo hacía más valioso. Un agradecimiento especial a  Jorge, Nelson y toda la familia Barragán, al Hotel Juan Solito por esos instantes de contemplación y felicidad profunda.

Si le interesa desconectarse, contemplar la naturaleza y tener la fortuna de ver un jaguar; reserve su estadía en el ecolodge Juan Solito y adéntrese a lo más profundo de la sabana en búsqueda del jaguar junto con Jorge Barragán. Si no lo ve... seguro saldrá más que satisfecho y con el alma purificada por el poder de la contemplación de la vida en todo su esplendor.

Foto de cámara trampa instalada en las sabanas del Hato La Aurora.


 https://www.facebook.com/reservalaaurora/

https://www.juansolito.com/ecolodge-juan-solito/

https://www.facebook.com/safaritourcunaguaro

https://www.cunaguarotravel.com/

 










jueves, 11 de junio de 2020

LA HISTORIA DE UN PUMA LLAMADO “COCONUCO”

Uno de los recuerdos más tristes y a la vez más bonitos que guardo del llano fue haber conocido a Coconuco, de cariño lo llamamos “Coco”. Él es un (Puma concolor) que hace unos años cazadores ilegales atraparon en el corazón de la sabana inundable de Trinidad en Casanare, para comercializarlo.

Coconuco trepado en su árbol de Guácimo. Foto: Lucía Córdoba
Coco actualmente se encuentra bajo los cuidados de los profesionales y trabajadores de La fundación la Palmita. La palmita es una ong socioambiental ubicada en Casanare, cuentan con una reserva natural de 400 hectáreas de sabana inundable y 250 hectáreas más de bosques de galería propiedad de la familia Mora Fernández; ellos han protegido este territorio desde hace mucho tiempo, actualmente cuentan con un centro de investigación en el cual desarrollan proyectos científicos y educación ambiental para la conservación y uso sostenible de la biodiversidad.

"Coco" Foto Lucía Córdoba
Tuve la fortuna de hacer algunos trabajos con la Fundación La Palmita donde conocí a Carolina Mora (Bióloga y directora de la Fundación), una mujer encantadora, llanera de nacimiento, con un profundo amor por la sabana inundable y un compromiso muy fuerte con la conservación de este ecosistema. Años atrás Carolina se enteró que algunos cazadores ilegales habían atrapado una familia de pumas, una hembra con dos crías. 

Ella informó inmediatamente a las autoridades competentes, que tras largos 15 días desde la denuncia fueron hasta el lugar y solo encontraron un pequeño puma de tan solo 2 meses de edad que se encontraba mal herido. 

La cría de puma siendo tan pequeño no podía controlar sus instintos y estando a merced de sus cazadores, se encontró con un gallo fino de pelea que desafortunadamente logro atrapar y con sus pequeñas garritas destrozó; su castigo no se hizo esperar y sin ninguna piedad recibió un fuerte golpe a la altura de su cadera que lo dejó sin movimiento en las extremidades traseras. 

La autoridad competente al ver el estado del animal se negó a confiscarlo ya que no tenían los recursos para tratarlo, por lo cual la solución dada en su momento era practicar la eutanasia o peor aún, dejarlo con sus captores.

Cuenta Carolina que ella al ver el estado del pequeño felino le dio la razón a la autoridad competente; sin poder mover sus patas traseras era imposible que sobreviviera o que viviera dignamente. Sin embargo, su hermano Flavio Mora (profesional investigador de la fundación) se negó rotundamente y se prestó a darle los cuidados necesarios para lograr su recuperación, fue así que Flavio pide en comodato al Puma, lo llevan a la reserva y junto a veterinarios expertos como Ana Mora Barney le prestan los cuidados veterinarios necesarios.

"Coco" Foto: Lucía Córdoba

En la reserva le construyeron un recinto lo suficientemente grande, lo cuidaron, atendieron y alimentaron; pero muchos seguían pensando que la suerte del felino no iba a ser la mejor y seguían optando por la eutanasia. No obstante, los veterinarios seguían tratando al pequeño Puma, dieron una dieta balanceada y complementos de calcio para sus huesos y hacían fisioterapias con balones para fortalecer los músculos de las extremidades traseras.

Carolina en medio de una noche de confesiones me contó con grandes lágrimas en sus ojos, que empezó a ver comportamientos extraños en el cachorro cuando se encontraba solo en su recinto, que veía que se arrastraba y se movía de forma extraña; al acercarse para ver lo que sucedía se quedó completamente sorprendida, el cachorro se arrastraba hasta unos cocos que se encontraban cerca de él, lograba ubicarlos debajo de sus patitas traseras y empezaba a moverse hacia adelante y hacia atrás como lo hacían sus veterinarios cuando le hacían las terapias con los balones, “Era de no creer” me decía y llorando desconsoladamente se reprochaba por haber pensado en algún momento que lo mejor para él habría sido la eutanasia. 

"Coconuco" Foto: Lucía Córdoba
Poco tiempo después “Coco” ya trepaba los arboles aun con sus patitas colgando.

La inteligencia de este animal, sus ganas de vivir y los cuidados de sus veterinarios, toda la familia y los trabajadores de la reserva, lograron la recuperación total del animal; a los pocos meses recobró el movimiento y aunque sus patitas delanteras se desarrollaron mucho más que las de atrás, el cachorro creció fuerte, si se le mira con detenimiento se le ve una leve cojera, pero eso también lo hace único, es un puma con “tumbao”.

El felino ya adaptado a sus nuevas condiciones y con movilidad total en sus patas de atrás empezó a disfrutar de su recinto, tiene suficiente espacio para caminar, una fuente de agua constante, una plataforma en la parte alta de un hermoso y frondoso árbol de Guácimo (Guazuma ulmifolia), que tiene unas largas y fuertes ramas en las que puede trepar y descansar. 

Un día un pavo real salto la malla de protección del recinto de “Coco”, sus instintos afloraron al ver ese delicioso bocadillo cerca de él y lo motivaron para perseguirlo; el pavo logró volar y salir del recinto, pero Coconuco con su instinto cazador trepó una de las ramas del árbol y de un largo salto logró saltar la malla; al sentirse en libertad corrió hacia la sabana hasta perderse en uno de los bosques de galería. 

El susto fue para todos, inmediatamente los trabajadores y veterinarios de la reserva corrieron al monte a buscarlo, pero no fue fácil encontrarlo, Ana Mora su veterinaria y cuidadora más cercana en su afán por encontrarlo, lo llamaba insistentemente hasta que él le respondió. 

Foto: Lucía Córdoba
Ana cuenta que al escucharlo gemir corrió a su encuentro, “Coco” al reconocerla se le acercó muy asustado y prácticamente le abrazó una de sus piernas como diciendo “por favor llévame a casa” fue así que “Coco” regresó a su hogar. La familia Mora después de ese incidente amplió aún más el recinto e instaló de nuevo la cerca de forma que “coco” no pudiera volver a saltarla. Sin embargo, los árboles crecen, pero “Coco” aprendió la lección, sabe que afuera hay un mundo de libertad desconocido para él y en el que no podrá sobrevivir sin los cuidados de su familia humana. 

Cuando conocí a coco fue amor a primera vista, al escuchar sus historias y sus aventuras me atrajo aún más; es increíble pensar cómo un animal de estos puede ser tan inteligente como para llegar a hacerse auto terapias para volver a caminar y como reconoce que, aunque anhela la libertad allí no podrá sobrevivir solo.

Siempre que pienso en él (muy seguido pienso en él), imagino lo frustrante que debe ser para un gran felino no poder disfrutar de ese instinto de cacería, ese instinto de acechar, perseguir y jugar con sus presas, Es por eso que cada vez que podía ir a visitarlo le llevaba su regalito o se lo enviaba con alguien que sabía que iba para la reserva.

Para algunos puede ser un instinto nefasto y cruel, pero para mí es parte de su naturaleza y gracias a ese instinto de cacería los grandes felinos cumplen su importante función en los ecosistemas; controlar otras poblaciones de animales que si no tienen un depredador natural, aumentarían en número causando graves problemas en el equilibrio ecosistémico, un ejemplo de esto es el aumento de jabalíes o zainos en la sabana, estas grandes manadas de cerdos silvestres se alimentan preferiblemente de los frutos del moriche (Mauritia flexuosa) disminuyendo el número de semillas que pueden germinar, lo que ha puesto en grande peligro a los morichales.

"Coconuco" Foto Lucía Córdoba
Por eso es tan importante la conservación en estado silvestre de los felinos. Las sabanas, selvas y bosques necesitan a estos animales, su presencia es un indicador de un ecosistema en equilibrio. En Colombia hay seis especies de felinos de los 36 que hay en el mundo, en Casanare contamos con la fortuna de tener 5 de ellas que, aunque se encuentran en grave peligro, la conciencia y la educación para su preservación ha aumentado en el territorio gracias a ong´s como La Fundación La Palmita, que hacen educación ambiental por medio de “Coco” contándole a sus visitantes la historia y haciendo énfasis en las graves consecuencias que trae consigo la cacería ilegal y la tenencia de especies silvestres como mascotas.

Por más ong´s como La Palmita, por más educación ambiental y por mas corazones bondadosos como los de la familia Mora que hoy protegen ecosistemas y conservan su biodiversidad.

Saludos a Coconuco y ojalá de vez en cuando le den uno de esos regalitos de parte de esta guata que lo recuerda desde la distancia. 

miércoles, 3 de junio de 2020

ALBEIRO ZAMBRANO “EN DEFENSA DE LA FAUNA Y LA FLORA”


En la inmensidad de la sabana inundable, sobre la costa del caño Duya en Orocué, en el Hato La Charanga conocí a otro gran llanero a don Albeiro Zambrano; aunque lleva el apellido de los dueños del Hato, no tiene ningún vínculo consanguíneo con ellos, pero si es parte de la familia ya que lleva trabajando como encargado de La Charanga desde hace más de 3 años.

Don Albeiro Zambrano cantando en el cumpleaños número 90 de don Gerardo Zambrano Guio.
Foto: Lucía Córdoba
Don Albeiro es un llanero de cuna, es el hijo mayor de don Santos Zambrano y la señora María Castillo quienes tuvieron 8 hijos, nació el 6 de mayo del 69 en la ciudad de Yopal - Casanare, se crio y vivió en San Luis de Palenque donde aprendió todo lo relacionado con el trabajo de llano, ha caminado y cabalgado las sabanas de Casanare durante toda su vida.

La familia completa. Foto: Marleny Maldonado

Se casó hace 25 años con Marleny Maldonado “La Negrita” (de quien ya he hablado en otras historias), una mujer muy guapa, con toda la estampa llanera, pelo negro y piel canela; con ella tuvo la fortuna de tener cuatro hijos (tres mujeres y un hombre).

Su hija mayor Zulvi Zambrano Maldonado heredó de don Albeiro el gusto por la música y toca el cuatro, hace 5 años les dio la oportunidad de ser abuelos y hoy gozan de la presencia de su adorada nieta Sara Maía Tumay, la consentida de la familia.




Constanza y "Camilo" bailando Joropo.
Foto: Lucía Córdoba
Jexi Paola Zambrano Maldonado es la segunda hija de esta unión de llaneros, una joven responsable y emprendedora que apoya a sus padres en todo y le encanta bailar joropo; el tercero es Dulvan Agapito Zambrano Maldonado, lo llaman “Camilo” de cariño, es un chico alegre, risueño, estudioso, inteligente y responsable, les ayuda en las temporadas de vacaciones escolares a trabajar llano y a los oficios varios en el Hato; Dulvan o “Camilo” heredó de sus padres el gusto por la sabana, monta a caballo, enlaza las reses, marca cachilapos y baila joropo como todo un profesional, al igual que su hermana menor Yeidy Consuelo Zambrano Maldonado (cumplió sus 15 años hace poco), una adolescente cariñosa, ama los caballos y el baile. Con “Camilo” (su hermano) se han presentado a diferentes muestras de joropo, tuve la oportunidad de verlos bailar en el cumpleaños número 90 del segundo Gerardo Zambrano en el Hato Montana en el Encanto de Guanapalo y sí que lo hacen bien.

Don Albero trabajó llano desde muy joven en diferentes hatos como Santana, El Alcaraván, Guacharacas, Chaparrito, San Felipe y en las tierras Zambraneras; es amante de la música llanera, es compositor, poeta y cantante; su voz y sus canciones han inundado las llanuras de la Orinoquía, ha participado en más de 100 eventos y festivales relacionados con el canto llanero, contrapunteo, pasaje y voz recia principalmente.

"Camilo", "La Negrita", Don Albeiro y Constanza en el Hato La Charanga. Foto: Lucía Córdoba

En San Luis de Palenque concursó en festivales como el del “Llanerazo” ganando el primer puesto, en el festival “Los Angelitos” en la vereda Santa Cecilia donde ganó en dos oportunidades el segundo puesto, en “El Chalán de Oro” en la vereda San Rafael de Guanapalo también ganó en dos oportunidades el segundo puesto, en el “Gabán de oro” le fue otorgado un segundo y un tercer puesto y en la vereda Jagueyes ganó el segundo puesto en el festival de “La Soga”

Don Albeiro Zambrano cantando.
Foto: Lucía Córdoba

En el municipio de Trinidad ganó dos veces el primer puesto en el festival “Carrao de oro” y un segundo puesto en el festival “El Loro” que se celebra en la vereda El Palmar del Pauto.

En el corregimiento de La Niata en Yopal, se presentó en “El caimán de oro” quedando en el tercer lugar, en el festival de “La garcita de oro” en Centro Gaitán – Paz de Ariporo quedó en el segundo puesto y se presentó en el festival del Morrocoy en el resguardo indígena del Médano en Orocué quedando igualmente en segundo lugar.

Toda esta trayectoria como cantante y compositor le ha permitido grabar 3 de sus canciones en estudio, la canción “Mis costumbres” la grabó en Bogotá y “desafío” en el estudio Soni Men de Paz de Ariporo, así mismo la familia Zambrano Guio grabó en Studios Cam de Yopal la canción que don Albeiro le compuso al segundo Gerardo “El Patriarca”, para la celebración de sus 90 años y que se titula “Relatos de un hombre criollo” canción que cuenta la vida del viejo Gerardo en las tierras llaneras.

Durante mi estancia en el hato pude escucharlo tocar el cuatro y cantar sus canciones, hubo una en particular que me llamó la atención, se llama “En defensa de la fauna y la flora”, su letra está cargada de sentimiento y amor por el llano, es un canto que pide a gritos respeto por la biodiversidad y nos invita a conservar las sabanas inundables.


Al escucharlo quedé sorprendida y muy emocionada, descubrí que la conservación de la naturaleza no solo se puede hacer a través de proyectos o trabajo de campo, sino que, por medio del arte y las expresiones folclóricas como la música, podemos transmitir un mensaje concreto que nos toque el corazón y que nos permita comprender la responsabilidad que tenemos en cada una de nuestras acciones con la naturaleza y su conservación.

Don Albeiro Zambrano, La guata y Wilfran. Foto: Lucía Córdoba

Fue así que decidimos (La negrita, Camilo, Constanza y yo) tomarnos el tiempo para grabar a don Albeiro cantando esta canción en la mitad de la sabana bajo un árbol de aceite y con mucho viento, nos reímos tanto que nos tocó grabar una y otra vez con mi cámara semiprofesional (que por cierto no tiene muy buen sonido), sin embargo algo pudimos hacer y con la ayuda de Camila Morales (Gracias Cami J) se pudo arreglar en algo el audio.

Es tan hermosa esta canción que por eso quiero compartirla con ustedes:



Vea el video completo en el siguiente link 


 “En defensa de la fauna y la flora”
(Letra)

Dios creo el cielo y la tierra la luna con las estrellas, el sol el viento y los mares, y con la misma constancia a su grande semejanza al hombre con facultades y para su mejor vida el reino de los animales.

Creo reptiles terrestres, domésticos y silvestres, cuadrúpedos y las aves, algunos pal ser humano le sirven muy de antemano, hay otros perjudiciales, pero le ordeno a Noé protegerlos por iguales, le hizo pensar que tal la naturaleza, que fura sin la presencia de carraos y alcaravanes, sin patos guires nunca luciría un estero, poceta sin lagunero y aquel raudal sin los reales.

Que linda es la algarabía de chenchena en los guamales, la travesía de los zorros y un oso en los medanales, una bandada de cochas llegándole a los maizales, loro real y guacamayas gritando en los morichales, manadas de mico y mono jugueteando en los palmares, garzones y corocoras regendiendo inmensidades, el pescado y otras especies en el río con los caimanes y una anguilla que aunque dure que reine en los manantiales.

Voy a hacer la petición para los de mi nación y los internacionales, luchemos por una causa que se prohíba la caza y los tráficos fluviales de nuestra fauna silvestre, riquezas muy ancestrales.

Tenemos que parar esto, apliquemos el decreto para ellos favorable, nos tenemos que regir a la ley 84 y ordenes presidenciales, la del año 89 hasta ahí vamos a aguantarles.

Yo de mi parte, quien con ella haga negocio es un traicionero socio de los llanos orientales, o aquel que mate, a un animal indefenso, deben de ponerlo preso y allá vayan a enseñarle, que por la fauna y la flora es que nuestra patria vale, petroleros y arroceros ¿por qué tienen que quitarle el trino al amanecer de tolditos y turpiales, los derechos a un garcero y al marrano los borales?

Que hay unos para el sustento, claro yo voy a explicarles, maten lo que necesiten escogido para no arruinarles, en tiempo de producción si es prohibido tocarle porque al futuro que viene también debemos dejarle.

Autor: Albeiro Zambrano Castillo

Escuche la canción "El desafio" de Don Albeiro en https://www.youtube.com/watch?v=IOGdvkr0Sjc
Escuche la canción "a Trinidad" de Don Albeiro en https://www.youtube.com/watch?v=FcGQuhj_yGM


Un agradecimiento especial a Camila Morales por su ayuda en la edición del sonido para el video. 

lunes, 11 de mayo de 2020

LA HISTORIA DE MI SOMBRERO

A un llanero que se respete no le puede faltar un sombrero, es una prenda de vestir imprescindible, pueden salir desnudos, pero con un sombrero bien puesto. 


"Porremono" con su sombrero marcado con el símbolo del hierro de la familia Zambrano Guío, "El Botón"

Existen sombreros para cada ocasión: El veguero de ala caída para trabajar en las zonas de vega y proteger el cuello del sol, el sombrero elegante borsalino o peloeguama para eventos especiales, el de marca americana “Stetson”, que es el más costoso y se usa para ir de parrando, salir al pueblo, asistir a reuniones importantes o conquistar a alguien, y el más importante de todos, el de trabajo, por lo general un sombrero descolorido, trajinado, manchado por el sol y con la horma desajustada del agua de lluvia que ha tenido que soportar, en las largas jornadas de trabajo en época de invierno.


Llanero con su sombrero de trabajo.

El sombrero de trabajo es un sombrero eterno. Les cuesta mucho desprenderse de él, porque ha sido su compañero de faenas llaneras, de largas travesías por la sabana, de nados eternos entre los ríos, de parrandos improvisados en las noches de trabajo de llano. Es su escudo ante los peligros, su confidente en las noches de soledad, los acompaña en el primer café de la mañana y en el último de la tarde, tiene impregnado en su fieltro la historia de un llanero recio, como diría el Cachi Ortegón de un llanero hecho de llano. 


¡Ay, si esos sombreros hablaran, la de historias que nos contarían!

Don Eugenio y su nieto listos para el trabajo de llano.

Hay un dicho muy sentido en el llano y es el de desconfiar de quien jamás use un sombrero. En el llano de Colombia y Venezuela esto es casi una ley. Un llanero tiene por lo menos dos sombreros, el de trabajo y el elegante; este último puede ser muy costoso y es muy probable que muchos llaneros inviertan los ahorros de unos cuantos jornales de trabajo para conseguir uno. Un peloeguama de fieltro fino puede costar entre 500 mil y 800 mil pesos colombianos y un Stetson tejano no baja del millón de pesos; como dice el refrán “de pata al suelo, pero con sombrero caro”.


Sólo se lo quitan para saludar, comer o dormir. Cuando rezan lo abrazan a su pecho, cuando llegan a descansar lo cuelgan (preferiblemente usando un cacho de ganado como gancho). Si están en un recinto cerrado lo ponen a descansar junto a ellos, si tienen sed y encuentran un estero lo usan como recipiente para beber. Un llanero sin sombrero y sin caballo no es llanero; como dice Alejandro Wills en su famosa canción “Sobre mi caballo yo, y sobre yo, mi sombrero”. 


Llaneros con sus sombreros de trabajo.

Los sombreros llegaron hace más de cien años desde Europa, entraban por el río Orinoco hasta el Meta y se comercializaban en Orocué. Las fábricas de sombreros europeas como la Hückel, la misma que fabrica los tradicionales sombreros negros que usan los judíos ortodoxos, eran quienes fabricaban los sombreros llaneros que se impusieron en las sabanas inundables de Colombia y Venezuela, luego llegó la influencia del sombrero de cowboy norteamericano.


Se dice que la vida de este tipo de sombreros está por desaparecer, ya que son menos los que llegan desde Europa y los costos son cada vez más elevados; pero empresas colombianas como la fábrica de sombreros Florentino que tiene su sede en Yopal, Casanare, trabajan día a día para que esta prenda de vestir y esa tradición tan importante en el llano perdure en el tiempo. En Florentino se diseñan, fabrican, venden y comercializan sombreros de muy buena calidad, respetando las hormas originales y diseñando modelos nuevos que van a la vanguardia de la moda llanera actual.


La Guata del Pauto y su sombrero verde.

Fue en la fábrica de sombreros Florentino que compré mi primer sombrero, de fieltro verde y ala ancha, lo adorné con una pluma rosada de garza paleta (Platalea ajaja) y otra pluma roja de corocora (Eudocimus ruber), que hacían un bello contraste con el color verde. Ese fue el sombrero que llevé al hato La Charanga en Orocué para mi primera experiencia en un trabajo de llano real.


Cuando llegaron los vaqueros al hato arriando las reses al corral me lo quité para saludar como hacen ellos. Entre los vaqueros iba “Porremono” un indígena Sáliva que trabaja con la familia Zambrano hace muchos años en las tierras de Orocué.


"Porremono" con su sombrero.



“Porremono”, como le llaman cariñosamente por tener la cabeza como la de un mono, es un hombre de contextura media, piel morena, musculoso y con una sonrisa encantadora. Él llevaba un sombrero blanco pero ya grisáceo de tanto trabajo, con manchas amarillas por el sol, la horma desajustada, unos cuantos huecos de tanto uso, unas costuras maltrechas que trataban de cerrar huecos antiguos y adornado por toda la copa con el símbolo del hierro de la familia Zambrano Guío que se llama “El Botón” que representa una flor en capullo, en nacimiento.
A “Porremono” lo acompañaba su hijo Juan Pablo, un pequeñín indígena de no más de 6 años, la versión miniatura del papá. Hablaba a media lengua y estaba en sus primeras lecciones de trabajo de llano con su padre como maestro.


“Porremono” y yo nos miramos tímidamente y durante la jornada me lanzó una que otra miradita picara, yo muy contenta pensé que le había gustado esta guata, pero que va…la verdad era que lo único que le gustaba de mí era mi sombrero.

"Porremono" con su sombrero.

Ya en la tarde, después de unas cuantas miradas “como quien no quiere la cosa”, por fin me habló y me dijo que si le regalaba el sombrero; yo toda una “experta” en el mundo de los negocios le dije que no, que se lo cambiaba por el de él; a lo que me respondió con una negación rotunda y de manera graciosa me dijo, que su sombrero valía mucho y cargaba mucha historia, que necesitaba por lo menos 10 sombreros de los míos para cambiarlos por el de él, sonriendo se fue y así quedo la cosa, por lo menos por ese día.


A la mañana siguiente y con el reflejo de los primeros rayos del sol vi en la mitad de la sabana a “Porremono” con su pequeño hijo, le estaba enseñando a domar un caballo salvaje que habían traído con las reses el día anterior. Desde lejos vi al pequeño Juan Pablo mirando atentamente cada movimiento que hacía su padre con el caballo. “Porremono” se acercaba lentamente al brioso equino, le daba pequeñas palmaditas con el sombrero en las nalgas y le susurraba, prácticamente le cantaba; de vez en cuando el caballo lanzaba una que otra patada y trataba de huir, pero “Porremono” lo atajaba y lo volvía a traer enlazado en otro caballo mientras le seguía hablando y acariciando. Después de mucho tiempo logró ponerle una venda en los ojos e intentó montarlo a puro pelo; uno, dos, tres intentos fallidos hasta que logró agarrarse fuerte de la crin y subió a su lomo; duró apenas unos pocos minutos sobre él antes de salir volando por los aires, después de que el caballo diera una fuerte coz. Después de repetir esta misma actividad dos o tres veces más sin fracturarse ningún hueso dejó al caballo pastando; haría lo mismo por dos semanas todos los días hasta lograr la confianza del animal. 

 

"Porremono" con su sombrero.

De vuelta al hato se dio cuenta que yo lo estaba mirando desde lejos, se acercó y volvió a decirme que le regalara el sombrero, yo le volví a decir que se lo cambiaba, se sonrió y siguió su camino. Más tarde en el corral de enfermería, lo vi sobre las barras de madera con el sombrero abrazado a su pecho y mirando fijamente una res que al parecer estaba enferma de gusanera. Juan Pablo a su lado lo miraba atentamente, mientras “Porremono” repetía en voz baja una oración. Le estaba enseñando al pequeño niño a sanar animales con el poder de los rezos; al terminar volvió a verme observándolo y volvió a pedirme el sombrero regalado. ¿Adivinan qué le respondí yo?


Al tercer día en la mitad de la jornada se acercó a mí y me dijo que lo había estado pensando bastante, que le costaba mucho pero que aceptaba la oferta; yo no lo podía creer, ¡que felicidad! Me quité mi sombrero nuevo, verde, de fieltro, ala ancha y se lo entregué. Él, con una mirada entrecortada se quitó el sombrero de su cabeza y antes de entregármelo lo puso en su pecho, lo observó y me dijo que me entregaba uno de sus objetos más preciados, su compañero de muchos años de trabajo y que recordara que cargaba muchas historias.


La Guata del Pauto con el sombrero de "Porremono"




Con mi nuevo sombrero y una gran sonrisa salí corriendo a contarle a la “negrita” (la esposa de don Albeiro Zambrano, el encargado del hato) que “Porremono” me había hecho el cambio de sombrero, y con tono burlón me dijo: “Hay mi Luci, ahora qué va a decir la esposa de “Porremono” cuando lo vea llegar con un sombrero nuevo que huele a mujer. Ésas mujeres Sáliva son cosa seria y se puede molestar, ¿Qué tal que le haga un rezo o un bebedizo, mi Lucy?” y se echó a reír. 


Más tarde durante el almuerzo, los llaneros no dejaban de hacer comentarios burlones sobre el cambio de sombreros y muchos me decían lo mismo de la mujer de Porremono. Yo quedé asustada, pero traté de tomar la situación de la misma manera que los demás, en burla.



Foto con todos los llaneros, "Porremono" y yo ya habíamos hecho el cambio de sombreros.

Al día siguiente, el domingo 17 de junio de 2018, Colombia jugaba su segundo partido contra Polonia en el mundial de futbol de ese año. Todos estábamos a la expectativa y como en el hato no había televisor, lo estábamos escuchando por la radio, cuando de un momento a otro se corrió la voz de que en una de las casas del resguardo indígena lo iban a ver en el único televisor que tenían, así que todos en el hato corrieron a alistarse para salir a verlo. Yo me puse mi sombrero y me alisté para salir con ellos; cuando me vieron se sonrieron entre todos y me dijeron: “Allá va a estar la esposa de Porremono, yo no me acercaría por allá y menos con ese sombrero. Tenga cuidado cuando esté allá, no le acepte nada de beber a nadie, qué tal que le den un bebedizo solo por el desquite, que esas mujeres Sáliva son bravas”. Fueron tantos los comentarios burlones que me dio mucho susto y decidí quedarme sola en el hato. Todos me decían que era una burla, que no creyera en esas cosas, que fuera tranquila, pero decidí quedarme y perderme el partido, porque no quería enfrentarme a una situación incómoda o a una escena de celos y menos con una mujer indígena de armas tomar. Como era de esperarse mi decisión aumento las burlas y cuando regresaron de ver el partido todo fue a peor.


"Porremono" con su sombrero.
“Le mandaron saludos a la guata” decían unos. “Que tenga cuidado en la noche que van a venir a buscarla”, decían otros. “Que por qué no dio la cara”, gritaban. “Que tenga cuidado al salir del hato que la van a estar esperando en la carretera”, me decían. Y así, entre comentarios burlones y risas sarcásticas transcurrió la tarde del domingo. 


El lunes siguiente ya salíamos del hato regreso a Yopal, y al pasar por la reserva indígena yo sólo me tapaba el rostro con el poncho muerta del susto, pensando que entre risas algo de cierto podían llegar a tener esos comentarios; como era de esperarse nada de eso sucedió realmente, tan solo querían burlarse y pasar un buen rato a costa de la inocencia de esta guata que todo se lo cree.


Al final “Porremono” quedó con mi primer sombrero llanero y yo con su sombrero lleno de historias, aventuras y tradiciones, hoy ese sombrero lo guardo como uno de los tesoros más valiosos que me llevé del llano y espero que “Porremono” aun continúe con su mujer y con mi sombrero bien puesto impregnándolo de llano, de nuevas aventuras e historias. Yo seguiré contándole a todos con mucho cariño y una gran sonrisa en el rostro la historia de mi sombrero.